Después de varios meses sin dar
señales por mis blogs por varios motivos entre los cuales hay que
destacar una importante avería informática que se unió a otros
motivos de menos categoría y enlazó con unas vacaciones, ahora, sin
remedio, me toca reportarme, pues, un acontecimiento como el final de
Dexter (Remember the monsters?) no es algo para dejar pasar.
Polémico, claro está, ese tan
esperado final de Dexter... No era posible que la famosa serie del no
menos famoso asesino en serie psicópata (un poco descafeinado, me
parece a mí, pero asesino al fin y al cabo) acabara a gusto de
todos, porque, para gustos, los colores.
Yo diría que el color que describe
este final de serie emitido en EEUU el domingo 22 de septiembre
pasado y que, gracias a la magia de Internet, pude contemplar en la
noche del lunes siguiente después de visionar en Nitro una
truculenta historia de otro asesino en serie, encarnado en un
desconocido (por su papel) Ethan Hawke, que se atreve a maltratar a
una estereotipada Angelina Jolie que nos desconcierta con su
barrigaza de gemelos, y al final sufre una merecida venganza por
parte de ella que lo hace caer en su propia trampa (didáctico truco
para acabar con los psicópatas que nos hacen la vida imposible),
seguida, a continuación, de un antiguo capítulo de Dexter que nos
hizo recordar, con una sensación entre nostálgica y burlona, cómo
se desarrollaban los hechos por aquellos días en que el madurito
agente Lundy coqueteaba con Debra y ella se dejaba llevar cautivada
por los encantos de un hombre experimentado, mientras que la exótica
deboradora de hombres, Lila, así lo hacía con Dexter y con todo el
personal masculino de Miami Metro que estuviera a su alcance, es
marrón, de un marrón profundo, de un marrón como aquel que
describía en esa melancólica y bella canción hace algunos años ya
la inigualable Luz Casal: “el día que se te pega al cuerpo el
camisón, no es gris ni negro, es solo marrón”. Creo que de esa
tonalidad me dejó el visionado del final de los finales de Dexter,
al punto que ahora mismo, al medio día del día siguiente, escribo
esto enfundada en un camisón de color marrón, el mismo que llevaba
puesto cuando me levanté de la cama.
¡SPOILERS!
Y es que, aparte de provocar mi llanto
(sí, lloré desconsoladamente, es lo que me suelen provocar los
finales, sean de la índole que sean), la historia de Dexter y su
hermanastra Debra es bien triste objetivamente y reconozco que no
hubiera tenido ninguna lógica un final feliz. Porque (ATENCIÓN:
SPOILERS) si la muerte de Debra nos desencadenó en los espectadores
una amarga sensación de impotencia (a pesar de lo mal hablada y
gesticulona que era, en el fondo le teníamos aprecio), el ver a
Dexter “salvado de la quema” no es que precisamente nos haya
envuelto en una sensación de alegría incontenida (Dexter, por muy
asesino y psicópata que fuera, nos caía bien) sino que sabemos
reconocer la clase de triste vida solitaria y de amargura que le
espera a partir de ahora en esa especie de mundo paralelo o limbo
desconocido al que no tendremos acceso, y no nos queda más que
reconocer que es lo que merecía. ¿Una silla eléctrica? No la
merecía. Porque Dexter, en sus fechorías, a pesar de que respondían
al seguimiento de un código, el de Harry, tenían intrínseco un
sentimiento de compasión, de amor (al menos en apariencia), hacia las víctimas inocentes, a
las que vengaba en sus ejecuciones. Igualmente, una cadena perpetua
también hubiera sido excesiva para un hombre que al fin y al cabo
había actuado como justiciero, librando a la sociedad de personas
que conformaban una lacra social mortal y liberando a muchos de una
muerte segura, pues, no olvidemos que Dexter también salvó vidas
cuando se le presentó la ocasión. Tampoco era de recibo premiarlo y
concederle el indulto esperado que le supondría una vida feliz y sin
complicaciones con Hanna y Harrison; al fin y al cabo, la Argentina
de Dexter no era más que una metáfora, una utopía inalcanzable, un
país de plata donde no es plata todo lo que reluce. Y..., ¿qué nos
hace pensar que cuando a Dexter se le pasara la etapa del
enamoramiento no iba a volver a darle el impulso de matar?
Por otra parte, Dexter no podía morir,
ya que su muerte, si la vemos desde un punto de vista concreto,
hubiera supuesto para él no solo una liberación sino también un
triunfo. Creo que, en cierto modo, todo psicópata asesino espera en
justicia que se cumpla aquello que Jesús dijo a Pedro: “Quien a
hierro mata, a hierro muere”, y Dexter de alguna manera debía
pagar por sus crímenes. Y visto desde otro punto de vista, eso de
cargarse al prota no es de rigor, no es algo que hubiera podido ser
perdonado fácilmente a los guionistas.
De manera que opino que el final de
Dexter era el que merecía, una soledad amarga impregnada de inútiles
recuerdos de sus seres queridos (unos ya fallecidos y otros vivos
pero que están muy lejos) y de sus amigos, los que se quedan allí,
en las dependencias policiales de Miami Metro, con la certeza de que
ese peculiar y enigmático personaje que fue su compañero de
trabajo, el forense adicto a la sangre y a los donuts, ha terminado
sus días en las profundidades del mar a consecuencia de los estragos
del huracán. Al fin y al cabo, de alguna manera el final elegido nos
deja un rescoldo de esperanza, no sé muy bien de qué, pero no deja
de ser esperanza.
De todas formas... ¿no os parece que
el final de Dexter plantea alguna duda? Sí, a mi modo de ver no está
claro si Dexter se salvó de las garras del huracán fortuitamente,
ya que su intención era la de quitarse la vida, o acaso sólo
pretendía montar una estratagema que hiciera parecer que había
muerto para poder permitirse esa vida en soledad que comienza con el
final de la serie y que es una especie de ascético retiro
espiritual, de purga por sus pecados, de búsqueda de la verdad, de
vida ermitaña autoimpuesta, en un exilio forzoso que le sirve de
autocastigo.
Pero me gustaría aún analizar algunas
cosillas... ¿No opináis que parece que muy alegremente Dexter
confía el futuro de su hijo a una mujer que, por muy fascinante que
a Dexter le parezca y muy enamorado de ella que pueda estar, al fin y
al cabo es una envenenadora profesional? Es cierto que ella le ha
tomado cariño al niño y que Harrison ve en ella a la madre que le
ha faltado, rubia y pareja de Dexter y maternal con él (no es muy
difícil la identificación con su madre real), y se siente
protegido; pero Dexter sabe perfectamente que los impulsos asesinos
fluctúan aunque, en definitiva, siempre están ahí, latentes,
porque son intrínsecos a ese oscuro pasajero que él conoce
muy bien.
Pero claro, Dexter, al fin y al cabo,
es un psicópata y como tal no tiene el mismo concepto sobre la
muerte que el común de los mortales. Para Dexter la muerte es una
opción como otra cualquiera, una solución a una situación
inconveniente. Dexter está acostumbrado a la muerte desde casi el
momento de su nacimiento, ha convivido con ella y, lejos de
repelerle, se siente atraído por la idea de ser el dueño y señor
de ella y poder manejarla según crea conveniente.
Ya en una ocasión anterior fue
ejecutor de una muerte por compasión cuando una amiga suya, de cuyo
nombre no me acuerdo, que trabajaba en los archivos de la policía,
le sugirió, desde su cama de hospital donde se encontraba postrada,
que hiciera algo por ella y la librara de una muerte lenta y dolorosa
provocada por la enfermedad que padecía. Para Dexter eso no supuso
el más mínimo dilema ni cuestionamiento de conciencia; para él
quitar una vida es como una tarea cotidiana. ¿Cómo ahora que su
hermana, su queridísima hermana, se había convertido en un vegetal,
sin funciones cerebrales que la identificaran con la raza humana para
el resto de su vida, Dexter iba a permitir que ella permaneciera en
esas circunstancias? Como respuesta lógica a esa adversa situación,
Dexter, de nuevo, se erige en dueño y señor de la muerte, librando
de esa manera a su hermana (y a él mismo) de un terrible futuro.
Y volviendo a la decisión tomada para
el futuro de su hijo, Harrison, para el que seguramente Dexter no ve
nada claro y siente como un impedimento desde cualquier punto de
vista posible, quizás hubiera podido tomar una resolución drástica
que pudiera ser que para él supusiera la mejor opción ante un
futuro tan incierto como triste. Pero esa opción hubiera desatado
una masacre hacia los creadores y guionistas de la serie. Dexter no
podía matar a su hijo. Pero... si después de otorgarle un cariño
maternal y cuidar de él hasta donde pudiera (ya en su momento Dext
comprobó que Hanna era capaz de hacerlo y actuar como una persona
normal aun a costa de exponerse ella misma), Hanna se viera obligada
por las circunstancias a deshacerse de Harrison, para Dexter esto no
supondría mayor motivo de desgracia ni de pena, puesto que, en la
simulación de su propia muerte, ya había renunciado a él.
Es lógico que en una serie televisiva
donde la ficción pugne por atrapar al espectador en su aspecto
emocional a través de sus sentimientos, se trastoque la naturaleza
psicópata de un protagonista al que todos quieren y se manipulen sus
tendencias psicopáticas a gusto; pero, no nos engañemos, Dexter ha
roto ya en algunas ocasiones las normas del código harryano y ha
matado en circunstancias que escapaban a dichas normas, como puedan
ser las muertes causadas por motivos de compasión. Y lo que quiero
decir a continuación espero que no me lo tomen como un pensamiento
abominable; si nos basamos en la experiencia con psicópatas de
eminentes estudiosos del tema, hemos de comprobar y convencernos de
una vez por todas de que el psicópata no es que sea una persona
malvada (independientemente de que cometan hechos malvados,
delictivos o crueles), sino que la mente del psicópata funciona de
manera diferente al común de las personas, como pudiera ser, por
ejemplo, la de un afectado por el síndrome de Asperger. Es así como
un José Bretón es capaz de hacer desaparecer a sus dos hijos, niño
y niña, de corta edad, en una hoguera preparada por él y destinada
a ese fin, independientemente de que los niños fueran previamente
drogados, y estuvieran inconscientes en el momento de la quema, o
hubieran muerto previamente. El amor de un psicópata por su familia,
su cónyuge o su prole, sin dejar de ser amor, es inherente a un
sistema de pensamiento y emociones diferente al del resto común.
Tengo intención de seguir analizando
algunos otros factores y personajes aparecidos como novedad en la
última temporada de Dexter, pero eso ya será en otro post.
Aquí no me queda más que decir que mi
opinión acerca del final de Dexter es positiva, que me parece la
adecuada, más que nada por coherente en relación a sus precedentes.
¿Que se hubieran podido cambiar argumentos o desenlaces de los
capítulos de la última o últimas temporadas de Dexter?,
probablemente sí; hay muchas opciones, pero no se pueden dar todas.
Tal y como se ha planteado esta última season,
que para mi gusto ha tenido muchas cosas buenas, a pesar de tener
otras que no han gustado tanto, al fin y al cabo como en cualquier
otra temporada, sin obviar que Dexter, en general, ha sido una buena
serie y que ha tenido gran aceptación por parte del público, pienso
que el final que definitivamente nos ha ofrecido es el adecuado. Y si
nos ha dejado mal sabor de boca y una especie de halo marrón a
nuestro alrededor, con mayor motivo podemos decir que ha cumplido su
misión, pues, por muy bueno, simpático y atractivo que nos resulte
Dexter, no podemos olvidar que es un psicópata, y todo psicópata,
inevitablemente, causa desgracias y estragos en su entorno. Como una
fuerza mayor proveniente del sino, como podría suceder en la
tragedia griega, el psicópata es desgraciado y siembra desgracia a
su paso.