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Este blog es de carácter lúdico, solo pretende servir de entretenimiento, de expansión, de asueto. Está creado para compartir opiniones, sugerencias, juegos y elucubraciones con aquellas personas cuya afición a las series televisivas conforma en sus vidas un mundo aparte de evasión y fantasía sin necesidad de acudir a cierto tipo de drogas que podrían ser perjudiciales para la salud. Pero, ¡ojo!, ¿quién ha dicho que esta adicción no lo sea...?

El Doctor y Amelia en un bucle

El Doctor y Amelia en un bucle
Geronimoooooooo!!!!!!!!!!!!!!!



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jueves, 21 de febrero de 2013

Alex Drake





Casi podría decirse que de quien voy a hablaros hoy es de mi personaje preferido de serie de estos últimos tiempos, entre algunos pocos más. Alex Drake, la chica de la chupa de cuero blanca y la camisa roja, me sedujo.




No conseguí engancharme a Life on Mars, sin embargo Ashes to ashes me entró rápidamente por el ojo y allí se quedó Alex Drake durante un buen tiempo formando parte de mi ojito derecho. Y creo que fue el personaje de Alex, y su dinámica dentro del grupo, por supuesto, lo que me cautivó de la serie, aparte de los recuerdos ochenteros especialmente de la banda sonora.

Claro, ya sé que haberme puesto a ver Ashes sin previamente tragarme las dos temporadas enteras que narran las aventuras y vicisitudes de Sam Tyler es un despropósito, porque si Sam Tyler no hubiera existido y no le hubiera pasado lo que le pasó, no habría habido spin off con Alex Drake. Es algo que tengo pendiente y que haré un día de estos cuando ya no pueda más y me salgan por las orejas los capítulos repetidos hasta la saciedad de Bones, NCIS, Ley y Orden, Mentes criminales, Walker o Castle. -Creía que iban a empezar a emitir Homeland... ¿qué ha sido de ella?, y me refiero a cadenas españolas y que no sean de pago, para lo demás ya está Internet, pero es que yo soy muy comodona...-

Sin embargo no todo está en Internet... Aún me queda por visionar la tercera y última temporada de Ashes to ashes que, como no había dios que la encontrara por estos lares ni en la tele se dignaron a emitirla después de que nos inundaran hasta casi conseguir ahogarnos con la segunda temporada en no recuerdo qué cadena (¿Nitro quizás?), lo cual resultaba hasta divertido porque como solo consta de 8 capítulos, una se sentaba ante la tele de madrugada y volvía a ver exactamente lo mismo que había visto la semana anterior, y eso hacía que diera la sensación de estar metida en un bucle temporal y hallarte más fuera de la realidad que dentro, de manera que tú te planteabas si no sería que te estaba pasando algo parecido a lo de la protagonista, que, en realidad, no sabías tampoco lo que era; alguien muy querido decidió regalármela. Y es que la adicción es la adicción...




Ahora ya no tengo excusa porque me regalaron, directamente enviada desde Reino Unido, la colección completa de Ashes to Ashes. Bueno, quizás excusa no tenga, pero inconveniente sí, el problema es mi inglés, porque claro, lo que viene de Inglaterra no trae subtítulos en español, evidentemente, y una no es muy buena para los idiomas, que digamos.

Alex Drake consiguió atraer mi atención desde el primer momento. Quizás el primer punto de apoyo sobre el que se sustenta esta atracción fuera mi identificación como madre. Una policía es una policía, en fin, un empleo, un trabajo de funcionaria, la tarea diaria con la que cumplir, solo que para los policías suele ser algo más arriesgada que la media, pero bueno, ellos y ellas ya están preparados para eso, saben a lo que se enfrentan y se supone que, en cierto modo, les atrae el riesgo; por lo demás suelen ser gente muy normal, con sus vidas, su familia, sus problemas de cada día.




Fue impactante ver esa escena que nos pone en antecedentes sobre el personaje de la Drake, en la que vemos en peligro no solo a ella, que es policía y para eso le pagan, sino también a la niña, su hija, que por cosas del azar se ve envuelta en un escenario policiaco donde todo se complica de manera trágica.

A partir de ahí todo comienza, o termina, según por donde se mire... En realidad comienza la serie, comienza una andadura de ficción y aventuras (¿fantásticas, reales, imaginarias...?) en el departamento de Policía Metropolitana de Londres en 1981, pero termina con una vida, la de Alex y su familia en una acción policial en el Londres del año 2008.




Pero el personaje de Alex Drake es mucho más que una madre, mucho más que una policía, es una mujer tierna, sensible, lista, valiente, osada, dispuesta, emprendedora, determinada, imaginativa, pícara, convincente, persuasiva, amena, nostálgica, vulnerable, admirada, vilipendiada, incomprendida, infravalorada, graciosa, atractiva, gentil y miles de adjetivos más. Alex Drake no es un bellezón ni tampoco una superwoman. Su aspecto es más bien frágil, sin embargo, y a pesar de los desencuentros, las diferencias y las rivalidades, consigue llevarse de calle al más duro del departamento, el temible, grosero, altanero y machista jefe Hunt (pintoresco y magnífico personaje donde los haya), con el que siempre hay una tensión latente entre la atracción y el rechazo que, sin duda, se convierte en uno de los grandes alicientes de la serie, que, para mi gusto, tiene otros muchos, como podría ser el choque de mentalidad o metodología existente entre esos casi treinta años que median entre 1981 y 2008.




Alex Drake aparece en escena un día cualquiera del año 1981 en la cubierta de un barco de lujo donde se celebra una fiesta para la que han sido contratadas unas cuantas prostitutas, y ella, con un llamativo y escotado vestido rojo bajo un mullido abrigo de fausse fourrure blanco como la nieve y unos taconazos de aguja a tono con el vestido, es detenida por el equipo de Gene Hunt, que realiza una redada en dicho barco. Cuando las escenas de violencia se calman y los ánimos se apaciguan, Alex reconoce a los policías como los que trabajaban en su día, en Manchester, con el desaparecido Sam Tyler, sobre quien ella está llevando a cabo una investigación, haciendo un seguimiento exhaustivo de todos sus movimientos hasta su oscura desaparición en circunstancias enigmáticas, así que saluda a cada uno por su nombre, como si los conociera de toda la vida, por lo que aparenta ser una policía infiltrada en ese ambiente corrupto que, caracterizada de prostituta de lujo, realiza su trabajo de investigación policial, de manera que, como por arte de magia, pasa a formar parte del Departamento de Policía Metropolitana de Londres. 


 

Y es que Keeley Hawes, la actriz que la encarna, consigue hacer magia con este personaje. Sus expresivos ojos hacen hablar por sí solos a la inspectora Drake. Le confieren una personalidad soñadora a la vez que sexy. Alex Drake parece una mujer frágil y débil, sin embargo es la fuerza personificada, es quien lleva el peso pesado de todo el departamento, quien es capaz de contemporizar y poner paz en la oficina cuando los ánimos se alteran, quien entiende todos los entresijos que componen la trama de todo lo que acontece en su distrito, del fondo que se escurre debajo de cada uno de los casos que su equipo debe resolver, con el handicap, por otra parte, de ser ella precisamente el personaje más vulnerable debido al conjunto de circunstancias que la acompañan en su andadura, circunstancias que los amantes de la serie conocemos de sobra y que no voy a revelar aquí por no desvelar datos que podrían resultar en spoilers para quienes no la hayan visto y se sientan tentados de engancharse a esta magnífica serie que sin duda recomiendo y que no requiere mucho esfuerzo, aparte de saber inglés (al menos para la última season), para poder visionarla puesto que solo consta de tres temporadas de 8 capitulitos cada una.



Pero, insisto, yo la recomiendo sin dudar a los amantes de lo british, así como a los amantes de la ciencia ficción, de la fantasía, de los cuentos de hadas, de las series policiacas, de Bowie, de los 80's o de la música del siglo XX. ¿Qué más se puede pedir?

V. E.


Observaciones y ruegos adicionales:

Alex Drake se ve obligada, por requerimientos del guión, a vestir a la moda británica de los años 80, lo cual resulta en atuendos desde divertidos hasta horteras a tope. La reconocemos más a menudo por su cazadora de cuero blanco y sus botas de media caña, blancas también, que siempre suelen acompañar a un top o camisa roja, aunque a veces lleva los típicos salones de tacón, en rojo o en negro o blusas anchas con un hombro caído en verde, fucsia o azulón, y bisutería de pasta típica de la época. Su peinado ha variado de una temporada a otra y su look global también ha sufrido unas pequeñas diferencias. Pero me volví loca cuando le vi un abrigo que luce en la segunda temporada, un abrigo genialísimo que, si no recuerdo mal, era amplio, oversize, de mangas murciélago, con un estampado gráfico que me encantó, de estilo mironiano, predominando el negro y el blanco, aunque me parece que llevaba algún toque de otro color. He buscado como loca fotografías de Alex con ese abrigo porque me gustaría hacerme uno igual pero no he sido capaz de encontrarlas. Desde aquí hago un llamamiento por si alguien sabe de qué abrigo estoy hablando y es capaz de conseguirme una foto del mismo, se lo agradecería eternamente; aunque, no sé si por aquellas tierras existe eso del Armario de la Tele, ¿sería posible conseguir ese abrigo?

miércoles, 20 de febrero de 2013

Tus ademanes me suenan



Tus ademanes me suenan

-No solo Robert Goren-





A veces me llama mucho la atención esa excesiva sobreactuación de Vincent D'Onofrio cuando interpreta al detective Robert Goren en el spin off de Ley y Orden “Criminal Intent”.

Lo cierto es que no he seguido esta serie fielmente, por lo que he visto bastantes capítulos, algunos repes ¿cómo no?, pero sin orden ni concierto (debería decir sin orden ni ley), por lo que no he llegado a captar todavía el auténtico clima en el que se mueven sus personajes ni el carácter intrínseco de cada uno de ellos. Es, desde hace muy poco tiempo, que me estoy acercando a la comprensión de esta serie e intento centrarme, situarme, algo que me cuesta porque, por lo que veo, lleva muchas temporadas rodadas y emitidas y, aparte de los otros muchos personajes que intervienen y que en unos capítulos les toca protagonizar a una pareja y en otros a otra, y a veces incluso las combinan (todavía no he pillado el quid de la cuestión), éste en concreto de Goren lo he visto intervenir con una contundente diferencia de edad de un episodio a otro, y es que compruebo que esta variante de Ley y Orden, titulada Acción Criminal en España, al parecer consta de 10 temporadas, lo cual me hace darme cuenta, no sin un cierto grado de horror, lo que es capaz de envejecer una persona en 10 años, pues comprende episodios desde el año 2002 hasta el 2011.

En este intento de acercamiento a la serie, que para mí, de momento, no alcanza el nivel de la original, suelo observar, como decía, con cierta extrañeza y espíritu curioso, los exagerados ademanes que exhibe el detective en cuestión y que muchas veces me han llevado a preguntarme si acaso forman parte de la idiosincrasia propia de un policía o, más concretamente, de este policía en cuestión, y no sean otra cosa que detalles de la parafernalia que este hombre despliega en su acercamiento a los sospechosos en su afán de intimidación para conseguir de una forma más efectiva la confesión del criminal.

En éstas estaba yo cuando un día, no hace mucho, caí en la cuenta del extraordinario parecido físico que D'Onofrio comparte con el gran Orson Welles y ahí fue donde creí comprender que su intento por parecerse también como actor le llevaba precisamente a esa exacerbada sobreactuación que, a mi modo de ver, convierte al detective Goren en un personaje de parodia pues, a estas alturas de guión, todavía no tengo claro si esa sobreactuación es intencionada, forma parte de la creación de un personaje, o es simplemente un despilfarro de recursos de caracterización de los que este hombre intenta servirse utilizándolos todos a una sin darse cuenta de que en ocasiones se impone la economía de medios y, como diría Madame Coco Chanel, “menos es más”.

Observando y buscando datos que me aporten algo de claridad acerca de este actor y su personaje en Ley y Orden, he descubierto una película y un corto de los que no conocía su existencia. El largometraje se trata del film, dirigido por Tim Burton, Ed Wood (la apunto en mi lista de pelis por ver), basada en el personaje de un peculiar director de cine, excéntrico donde los haya y con el que seguramente se identificó Tim, encarnado por el actor fetiche de Burton, Johny Deep, que lo protagoniza y que, en un momento dado de la cinta, tiene un encuentro (entre directores) con Orson Welles, cuyo papel está interpretado precisamente por D' Onofrio.

Por lo que he leído por ahí, en la Wikipedia, creo, al parecer Burton no quedó del todo satisfecho con la actuación de D' Onofrio, quien decidió que fuera doblado por otro actor para esta película, por lo que Vincent quiso quitarse esa espinita y él solo, como Juan Palomo, se metió en el fregao de realizar un cortometraje, del que fue coproductor, Five minutes Mr. Welles, en el que encarnaba a Orson y, para una más completa imitación del genial cineasta, se atrevió también a dirigirlo aparte de escribir la historia para el guión.

Lo cierto es que este hombre, D' Onofrio, tiene encanto, a pesar de que cuando lo vemos encarnando a Goren nos afluyan unas ganas incontenibles de abofetearlo. Pero también posee talento, Vincent D' Onofrio es un actor de carácter y cuenta con la suficiente versatilidad para poder interpretar tanto a un recluta patoso (La chaqueta metálica), papel para el que tuvo que engordar 30 kilos, como a un extraño granjero poseído por una criatura alienígena (Men in black), y un sinfín de papeles de muy diferente factura que me invitan a reconocer que estamos ante un gran actor.

De resultas pienso que quizás esa sobreactuación de la que hablo pueda ser buscada y ese resultado, que a mí me parece de parodia, sea intencionado en tanto en cuanto representa a un policía que se excede en sus métodos, entre los que cuentan sus expresiones y ademanes, y no tanto en cuanto a que su interpretación como actor resulte paródica, artificiosa y pueda no convencer. Es decir, y apoyo mi conclusión en una frase sacada de IMDB: “D' Onofrio es un “actor's actor”, que viene a confirmarme lo que trato de intuir, que Vincent D' Onofrio, en el personaje de Robert Goren, no hace una parodia del personaje de un policía sino que interpreta a un policía que hace parodia de la actuación de un policía.

V. E.


Esos 5 minutos con Welles se convierten en media hora de visionado de un corto que, como mínimo, me parece interesante y por eso lo incluyo aquí para que podáis acceder a él con facilidad. Juzgad vosotros mismos... ¿lo habría imitado mejor nuestro Santiago Segura?


martes, 19 de febrero de 2013

Penélope García


 
PENÉLOPE GARCÍA

 -Una lentejuela sobre un suelo gris-


 


Nombre español de canción de Serrat o de actriz de cine hollywoodense o almodovarense; apellido también español, de esos que todo el mundo en España suele llevar antes del otro, del importante; pero ella lo luce solo, con gran dignidad y protagonismo, quizás porque de donde ella viene no es tan común como aquí, ya que su nacionalidad es estadounidense.

Esta chica no se apuntó a tiempo a la campaña de “el estirón”, y no es que le diera por la bollería industrial ni por la comida basura ni por zamparse una pizza detrás de otra; ahí tienen a Dexter, tan goloso él, siempre comiendo donuts o helados, y tan carnívoro, devorando buenos bistecs de carnes grasientas, y sin embargo tan en forma. Y es que desde bien pequeños nos han hecho creer que se engorda de comer mucho y sobre todo cierto tipo de alimentos. Y, digo yo, ¿quién no conoce a gente o tiene primos que zampan a lo bestia y a todas horas todo tipo de manjares o porquerías, da igual, ya sea bollería, patatas, paellas, repostería o filetes empanaos, se inflan a comer y siguen escuchimizados, y tú, que te pasas la vida a dieta, que si esto engorda, que si lo otro sube el colesterol, que si aquello lo tengo prohibido... Pero claro, es que Dexter no para quieto en un sitio..., eso de asesino en serie debe de ser más efectivo que el Pilates.

En fin, me estoy saliendo del tema pero donde quería ir a parar es a que, no nos engañemos, lo que engorda es el ordenador. Pero Penélope sabe llevar sus kilitos de más con dignidad y hasta con gracia y salero y sabe sacar partido a sus redondeces y potenciar sus carnosos apéndices con llamativos colores que solo ella se atreve a combinar, con adornos de lazos, flores y todo tipo de bisutería que reúne y mezcla en un mismo look, sin olvidar ese complemento perfecto sin el cual no podría desempeñar su trabajo, sus gafas graduadas, que luce en un sinfín de modelos, sexys y fashion todos ellos, a lo largo de las 8 temporadas de Mentes Criminales.

Penélope, a diferencia de la de la canción de Joan Manuel, no suele llevar un bolso de piel marrón, no, los suyos son más coloridos, llevan la bandera del Reino Unido estampada o son de color fucsia o a lunares o con flores de mil colores, como sus vestidos, sus pendientes o sus collares, los que hace coincidir con pronunciados escotes y/o chaquetitas ajustadas tipo bolero de cualquier color imaginable y una melena siempre cuidada y adornada, en tonalidades que pueden ir desde el cobrizo más profundo, pasando por el zanahoria, el calabaza o el ginger, hasta los amarillos dorados o los platinos clarísimos, a menudo con toques, reflejos o mechas en rosa.
Hasta su currriculum, sí, por el que consiguió su puesto de encargada de la oficina de tecnología audiovisual imprescindible en la Unidad de Análisis de Conducta del FBI en Quantico, lo rellenó en papel color rosa.

Sin duda Penélope es diferente a todos los demás compañeros o compañeras de la unidad donde trabaja y no es que entre ellos se parezcan, pues forman un grupo de lo más heterogéneo y variopinto, en el que destacan frikis de de todo tipo y nivel, pues cada uno de sus componentes tiene alguna rareza en su personalidad, para qué nos vamos a engañar; pero ella, Penélope, es la más llamativa a simple vista.

Penélope es eficiente y cumplidora, poseedora de una gran espíritu responsable en su cometido hasta el punto de que muchas veces se siente agobiada o desbordada y, ante la importancia o gravedad de los casos que ha de resolver su equipo, en los que, la mayoría de las veces, hay víctimas que se encuentran en momentos críticos y a las que se impone salvar de inmediato antes de que puedan ser asesinadas o sigan sufriendo más cautiverio o torturas, ella se siente tan abrumada por la responsabilidad que se muestra nerviosa, aturullada y ofuscada en exceso, cuando lo cierto es que siempre da con la información necesaria y pertinente a tiempo y de manera eficaz. Le falta seguridad en sí misma y es, pienso, porque no se encuentra a la altura de unos compañeros, que están adiestrados para cometidos para los que se requieren ciertas dotes de superman o superwoman, de medio héroes intrépidos y sin miedo a la violencia, a la crueldad o a las situaciones de peligro. Ella solo es informática, muy buena en su trabajo y eso lo sabe, lo potencia y lo exhibe, pero no tiene los suficientes reflejos, dominio de sí ni sangre fría para encontrar, con el aplomo necesario, unos datos por los que sabe perfectamente que depende la vida de una persona. Así que a menudo vemos a Penélope hecha un manojo de nervios, con un apuro del demonio y una expresión de ir a darle un patatús de un momento a otro. Penélope no soporta visualizar imágenes de torturas, cadáveres ensangrentados o mutilaciones, sin embargo es la mejor (como le dice su gran amigo y compañero Derek Morgan) encontrando datos, con una rapidez pasmosa, que son de incalculable ayuda para sus compañeros en sus cometidos, en los que se impone la acción veloz y decisiva.

Pero vemos en esta chica alguna peculiaridad de su carácter que la hace diferente a la mayoría de heroínas televisivas de ficción. Hay algo que es innato en ella y nada tiene que ver con las características del grupo en el que desempeña su trabajo para el FBI, en el que se pueda sentir inferior por esa falta de intrepidez o predisposición para el riesgo, no, ella ya venía así de serie, ¿tal vez debido a sus kilitos de más? No conocemos cómo fue su adolescencia pero la podemos imaginar. Sin embargo Penélope es una superwoman en lo que a informática se refiere y es una superwoman en relación a lo que ha aprendido a potenciar de ella misma en detrimento de aquellas otras cosas que quizás no le gusten de sí misma.

García no es fea pero mucho menos una belleza, García no está demasiado obesa pero es una chica gordita, García no tiene unas facciones armoniosas pero se sabe sacar partido a su rostro, al que otorga personalidad con sus gafas de ver. Por eso García aprendió desde bien joven a hacer que se fijaran en ella, a destacar lo mejor de su cuerpo, a alegrar su imagen con los colores y los ornamentos, a compensar su poco agraciado físico con elementos que dan vida y color y que otorgan optimismo y elevan las endorfinas; porque, aunque Penélope en ocasiones se siente apocada, hay que reconocer que es un soplo de brisa fresca, un buquet de aromas campestres, un chute de optimismo y una caricia afable para sus agotados y a veces destruidos compañeros.

De igual manera ella aprendió a potenciar su falta de empuje y valentía estudiando y preparándose a conciencia penetrando los entresijos y los misterios de la informática. García no es lanzada ni intrépida pero maneja como nadie su ordenador y es capaz de introducirse virtualmente donde sea, hasta en el mismísmo Pentágono, según ella, mientras juega online una partida de poker o alguno de esos juego de rol de los que le encantan.

Ella cae bien y es querida por todos sus compañeros, aunque algunos, los más veteranos, creo que no la entienden y la ven un poco como un bicho raro, aunque está claro que sienten aprecio por ella y no solo eso sino que reconocen su trabajo y su función dentro de las necesidades de tan peculiar equipo. Y es que ella no es solo una “secretaria” eficiente, es, en ocasiones, como la hermana mayor o incluso la mamá protectora y cariñosa a la que se le pueden contar las penas y sabe escuchar, consolar u ofrecer un mimo o un gesto de afecto verdadero.

Aunque se lleva bien y existe buen rollito con todos y cada uno de sus compañeros, con cada cual dentro de lo que las circunstancias o la idiosincrasia de cada uno permite, su relación con Derek es algo muy especial. Entre ambos surgió desde el principio una especie de rara atracción, de esas que surgen de manera natural entre los polos opuestos o que obedecen a ese dicho que reza que los extremos se tocan, y es que quizás, a mi modo de ver, creo que es entre estos dos personajes de los que componen el grupo de la Unidad de Análisis de Conducta, en los que se dan más diferencias cuantitativas y cualitativas. Son como dos seres de galaxias diferentes pero al mismo tiempo algo así como la leyenda de las almas gemelas, como si ambos provinieran de un alma común que se dividiera en dos para tomar una un cuerpo de hombre negro fuerte y vigoroso, osado y valeroso, provisto de un físico perfecto de rasgos africanos fuertes y masculinos e incluso algo salvajes, un hombre seguro de sí mismo, intrépido y capaz de darlo todo sin reserva por el cumplimiento de su deber y la salvación de las víctimas, un hombre cuyo físico está al servicio de su trabajo, un hombre para nada vanidoso ni insustancial. Pero Derek, cuya imagen podría destacarnos la idea de la fuerza bruta o la potencia física, en detrimento de la espiritualidad o la intelectualidad, es un hombre también profundo y sensible y por ello ha sabido captar a la perfección esos matices que son los que le atraen de su compañera, la otra mitad del alma común, una mujer de aspecto frágil, femenino, delicado, exuberante, maternal, llamativo, colorista, de piel pálida, de rasgos anglosajones, de cabello claro y de actitud afectiva, a la que intenta siempre proteger, animar y potenciar su autoestima, impidiendo que se hunda o se sienta desbordada cuando las circunstancias son algo adversas, animándola siempre para que confíe en su potencial y en sus cualidades como mujer. Por eso Morgan suele dirigirse a García llamándola "preciosa".

La relación entre Penélope García y Derek Morgan se caracteriza por un juego pintoresco de hermanos, un coqueteo inocente entre macho y hembra sin otro fin que el de la mutua camaradería, una apuesta por hacerse la vida y el trabajo más fácil y ameno y una nota de color y picardía. Un aliciente desenfadado en medio de unas historias truculentas, penosas y trágicas propias de los ambientes de crímenes, criminales, víctimas y fuerzas del orden, con lo que eso conlleva de desmoralizante, de humillante y de inhumano, que hace que esta estupenda serie policiaca no nos obligue a irnos del todo a la cama con el mal sabor de la maldad de la que los humanos somos capaces.


V. E.



viernes, 15 de febrero de 2013

Padres de serie



El papá de Huesos versus el papá de Alex


No, no es de Padre de familia ni de Cómo conocí a vuestra madre, ni de American Dad o Dos hombres y medio o alguna de esas series protagonizadas por familias o sus miembros, ni siquiera de Los Simpson, de lo que les quería hablar hoy, es, sin embargo, de esos otros padres televisivos famosos, bueno, que se hicieron famosos en su tiempo, y no por padres precisamente, aunque también lo fueran, y ahora se dedican a hacer de progenitores de ficción de famosas más recientes, apareciendo como estrellas invitadas en algunos capítulos de series en los que sus hijas en la ficción son protagonistas, en una oportunidad de recuperar algo de su gloria perdida de antaño.

Estos padres lo son de mujeres adultas, hechas y derechas, así que ellos pasan ya de maduritos interesantes a casi caídos del árbol. Es el caso del papá de Huesos, de sobra conocida por todos, y del papá de Alex, la rubia fiscal que acompaña a Walker en todos los capítulos.

Huesos, la doctora Temperance Brennan, supuestamente fue abandonada siendo adolescente todavía por sus padres, padre y madre que al parecer eran delincuentes y tuvieron que cambiarse los nombres y la identidad para poder huir de la justicia. Al cabo de los años mil, cuando Brennan es una prestigiosa antropóloga forense y famosa escritora de best sellers de suspense, su padre, Max Keenan, reaparece con una truculenta, embarazosa y descabellada problemática y se une a las historias del Jeffersonian durante algunos capítulos en los que intenta recuperar el amor y la confianza perdidos de su hija y demostrarle que, si bien es un truhán y un homicida, no es malo del todo..., al menos es simpático. En fin, lo que tiene esta serie es que no se toman en serio ni ellos mismos y, con el pretexto de resolver crímenes, se dedican a mostrarnos porquerías de muertos y enredos de lo más absurdo entre vivos, convirtiéndose de serie policiaca y de suspense en tratado psicológico descabellado.

Por esta regla de tres, el personaje de Max Keenan tiene cabida en esta especie de museo de cera de monstruos vivientes que se parodian a sí mismos, mostrándonos un personaje patético, decadente y hasta ridículo (pero esa es la gracia o tónica general de la serie), que intenta ser tierno y amoroso ante la frialdad y el aparente desapego de su hija Temperance, rara mujer a la que nunca terminaremos de conocer.

Max Keenan está encarnado por el otrora famoso Ryan O'Neal, que se hizo un actor muy popular en el cine, hace ya muchos muchos años (jóvenes habrá que no lo conozcan para nada), gracias a ese romanticón y meloso papel que encarnaba a un joven enamoradizo, de belleza adonisiaca (quién te ha visto y quién te ve...) cuyo personaje en la mítica Love Story, el joven Oliver Barret, se empeñó en hacernos tragar con ruedas de molino aquella frase tan convincente que se suponía era la máxima a seguir por todas aquellas personas que pretendieran estar enamoradas y amaran a alguien por encima de todo: “Amar significa no tener que decir nunca lo siento”.

Ryan O'Neal ha debido, casi 40 años después, venir al Jeffersonian para reconocer con su actitud que cuando se mete la pata lo mejor es decir “lo siento”, y justamente en ese sentir van implícitos los sentimientos (aunque suene a perogrullada).

Otro que debe arrepentirse de su equivocado proceder durante algunos años en los que ha tenido abandonada a su hija a cambio del alcohol es el abogado Gordon Cahill, padre de la ayudante del fiscal Alex Cahill, la inseparable rubia acompañante de Walker.

El papel del viejo y redento letrado Gordon Cahill está interpretado por el antaño atractivo actor Rod Taylor, galán que solía encarnar a tipos seductores y un tanto sinvergüenzas y que fue el afortunado partenaire de Tippi Hedren (la suegra de Antonio Banderas, para los jóvenes que no conozcan a los actores y actrices de aquella época) en el famoso y emblemático film de Hitchcock Los pájaros y que años más tarde, incluso después de su intervención en Walker Texas Ranger, tuvo su momento de gloria madura encarnando a Winston Churchill por obra y gracia de Quentin Tarantino en su fabulosa Inglourious
Basterds (Malditos Bastardos en España).

Tanto Taylor como O'Neal han encarnado otros muchos papeles a lo largo de su carrera artística, sin embargo, “a la vejez viruela”, han tenido que ser de alguna manera rescatados de su letargo ya que su encasillamiento de jóvenes en papeles de galán, aunque de tipología muy diferente entre ambos, los sumió por bastante tiempo en el olvido y el ostracismo a pesar de que no dejaron de trabajar aunque en papeles donde no brillaron mucho, más bien en series televisivas en las décadas de los 80 y 90.

Pero de justicia es que haga mención aquí a otros roles importantes en la carrera de O'Neal: el del truhán Moses Pray, en la película de Bogdanovich Luna de Papel, junto a su hija auténtica, la jovencísima Tatum O'Neal (9 años de edad), que obtuvo por la misma un Oscar a la mejor secundaria, un Globo de Oro y un David di Donatello, o el inolvidable Barry Lindon de Kubrick, y otros dos junto a la inigualable Barbra Streisand en sendas divertidísimas películas, la estupenda ¿Qué me pasa doctor?, también de Bogdanovich, y otra más flojilla pero para mí también muy divertida, Combate de fondo, cuya estrella, sin duda, en ambas, fue una genial Streisand.

Por su parte Rod Taylor destacó en algunos papeles que le proporcionaron cierta fama en la gran pantalla, como pueden ser El árbol de la vida, de Edward Dymitryk o El tiempo en sus manos, una producción de ciencia ficción de serie B basada en la novela de H. G. Wells La máquina del tiempo, en la que encarnaba al propio Wells como viajero del tiempo, entre otros roles en films como Intriga en el Gran Hotel o Ladrones de trenes por poner algunos ejemplos.

Después de sus respectivas largas carreras cinematográficas en donde no terminaron de cuajar a pesar de algún que otro éxito temporal, Ryan O' Neal y Rod Tylor han llegado a papás (o más bien abuelos) en ese par de series en las que, al menos en España, serán recordados aunque solo sea por la insaciable repetición de capítulos con que nos saturan algunas de las principales cadenas televisivas del momento, Bones y Walker Texas Ranger.


V. E.


martes, 12 de febrero de 2013

Angelitos negros



Angelitos negros

-Trivette y Robinette-



Lo confieso, hay tardes que me las paso pegada a Nitro. No sé si será el caso de alguien que me lea, pero si a alguien se le ha ocurrido pasar la tarde de algún día cualquiera entre el lunes y el viernes con la tele encendida en el canal correspondiente a la cadena Nitro habrá podido observar que dos de nuestros acompañantes habituales de ficción curiosamente comparten apellidos de origen francés de fonética semejante, ambos con la terminación ette, cuyo sonido resulta en et, ellos son Robinette y Trivette, o sea, dicho en español, Robinet y Trivet.

Pero estos dos prototipos de ayudantes del prota comparten mucho más que un apellido parecido. Ambos ponen una nota de color en dos de las series estrella de las tardes de Nitro, Ley y Orden, la original, y Walker Texas Ranger, que ¿casualmente? se emiten consecutivamente.

Ambos son segundones, fieles, leales, obedientes, respetuosos con sus superiores, imprescindibles, se toman su trabajo en serio y proporcionan a sus jefes una compañía que no tiene precio. Pero es que, para colmo de perfecciones, son altos, guapos, jóvenes, atractivos, cuerpazos, vamos, que da gusto verlos. Pero no queda ahí la cosa, no, es que además ofrecen un contrapunto que considero importante estéticamente hablando, que es el del color. Ellos tienen la piel del color del ébano y ambos contrastan a la perfección con sus correspondientes jefes, sonrosados ellos, pelirrojillos, uno más que el otro, y vehementes, ambos, en la consecución de sus respectivas tareas, la de ranger de Texas, uno, Cordell Walker, y la de ayudante del fiscal del distrito otro, Benjamin Stone. Pero habrá ocasión, espero, de hablar de cada uno de estos personajes bien diferenciados, aparte de esas pequeñas semejanzas, empezando por los actores que los encarnan, para mi gusto, un magnífico actor y no peor músico de jazz, Michael Moriarty, y otro pésimo y campeón de Kárate, Chuck Norris.

Pero volvamos a nuestros personajes de hoy, los negrazos Trivette y Robinette, o James y Paul. No sé, por lo que a mí respecta en cuanto al sonido de esos apellidos, me transmiten un cierto sentido..., ¿cómo diría?, entre cómico y despectivo. Sin embargo me gustaría analizar los temperamentos y la imagen de estos dos personajes.

Trivette (Clarence Gilyard) con un cierto aire a Denzel Washington, unos negros ojos profundos y brillantes y una perfecta dentadura blanca (¿por qué los negros tendrán los dientes tan blancos?) es un cachondo -en la segunda acepción de la palabra-, un tío bromista e ingenuo, propenso, más que a hacer reír con sus gracias, a que sus compañeros se rían con él, de él y a su costa. Creo que le pega su apellido aunque no sé si tiene algún significado en concreto. Trivette es un buenazo, en definitiva, amigo de sus amigos, cumplidor de su cometido como ranger de Texas, y baluarte viviente de los valores propios de estos patriotas americanos que, a mi modo de ver, son como una especie de boy scouts, a saber, personas con el cerebro lavado y que el detergente les llegó también al corazón, o sea, luchadores natos, transmisores de valores, valientes y arriesgados, defensores a ultranza de la ley y protectores de los débiles o de las víctimas. Son hombres que no dudan en ejercer la violencia cuando es necesario pero que conservan un corazón limpio y puro. En definitiva, auténticos personajes de ficción.

Por el contrario, Robinette (Richard Brooks), con unos perfectos rasgos africanos, a pesar de su llamativo aspecto debido al peculiar corte de pelo a lo Grace Jones, que más le haría parecer una estrella del rock que un ayudante del fiscal, es un hombre bastante serio, rígido, profesional, comedido, que sabe guardar la compostura, mano derecha imprescindible de Benjamin Stone (primer ayudante del fiscal), defensor de la ley y el orden y ferviente luchador en la batalla por hacer que se ejerza la justicia. Este personaje, si bien pertenece también a la ficción, creo que se basa en una imagen más realista en cuanto al papel que desempeña. No es el protagonista, por tanto no destaca, pero como ayudante ofrece un apoyo de gran valor en la fiscalía; sin embargo, en multitud de ocasiones se ve envuelto en alguna trama donde la problemática del racismo lo tacha de traidor pues, no podemos obviar que en el ambiente donde transcurren los episodios de Ley y Orden, casi siempre los negros pertenecen a una escala social más baja que los blancos y en los barrios negros o donde abundan los inmigrantes, suele darse más delincuencia que en los pertenecientes a blancos, de manera que esa escala social a menudo entra en conflicto con los representantes de la justicia, quedando en el lugar de los perdedores, lo cual hace que la imagen que da este hombre resulte bastante ambigua.

Trivette camina con aire fanfarrón pero desenfadado a la vez, aunque sin llegar a la campechanía; más bien intenta una pose, intenta aparentar un perfil de hombre duro mientras que lo que en realidad hace es mostrar su ingenua predisposición. Robinette, por el contrario, siempre comedido, siempre sobrio y con una elegancia natural, se muestra con seguridad, desprovisto de alardes innecesarios. Lo llamativo de su corte de pelo cepillo contrasta con la sobriedad y la naturalidad con que desempeña su cargo.

Dos profesionales de serie, dos hombres guapos de piel oscura, dos personajes televisivos para los adictos o más bien adictas... No sé por qué me han hecho recordar aquella mítica canción de Machín y los he imaginado revoloteando por mi estancia como un par de putti regordetes escapados de un cuadro renacentista.




V. E.


jueves, 7 de febrero de 2013

El protagonista de serie



 
El protagonista de serie

-Reflexiones sobre la adicción en serie-



Esos personajes que habitualmente vemos en la tele, que nos acompañan a diario de lunes a viernes, o de lunes a domingo, en fin, unos cuantos días seguidos de la semana, y que llegan a convertirse en imprescindibles para nosotr@s, quizás sean los culpables de nuestra adicción.

Y es que ellos o ellas son mucho más que personajes de ficción a los que admirar, mucho más que modelos o referentes a los que nos gustaría imitar, mucho más que ídolos a los que aplaudir y mucho más que droga que consumir; son, además de todo eso, terapeutas.




Reflexionando sobre el efecto que causa en el teleadicto o la teleadicta, en esos adictos en serie reunidos a los que mi blog convoca, observo la función que esos héroes digitales o digitalizados llevan a cabo en nuestras vidas y, de ello, he llegado a la conclusión de que realizan una auténtica sesión de terapia en cada capítulo emitido.

En primer lugar se dedican a paliar la soledad. Cuando cada día a la misma hora en que nos quedamos sol@s en casa, pulsamos el botón de encendido de nuestra televisión y seleccionamos la cadena acostumbrada es porque necesitamos, como si acudiéramos a la consulta de un psicoterapeuta, nuestra sesión diaria de ser acompañados, de ser escuchados, de ser reconfortados y de subir nuestra autoestima infiriéndonos seguridad en nosotr@s mism@s.




Cuando visualizamos un capítulo cualquiera de una serie, de nuestra serie favorita o de esa otra que no hay más remedio que ver porque todos los demás programas de todas las demás cadenas en ese momento son insufribles, por mucho que ya hayamos visto ese capítulo tropecientas veces y nos lo sepamos de memoria, no importa, de todas formas cumple su función, porque una, que, por lo demás, está sola en casa y espera que las paredes que la separan de la vecina tengan el suficiente grosor para que la vecina no se entere de tu conversación, se dedica a hablar con el personaje en cuestión. Le da su opinión, le advierte, le confirma, asiente sobre su decisión o su táctica, o por el contrario disiente y le hace ver que está equivocad@; le mete prisa o le aconseja calma, le felicita por su actuación o sus logros o le echa un buen rapapolvo por lo poco acertado de la ocasión. Dialoga con él o ella, por mucho que él o ella no le responda, aparentemente, pues con su actitud sí que lo hace. Y no solo eso sino que, estos terapeutas del otro lado de la pantalla nos permiten desahogarnos con el malo, profiriéndoles insultos, acechándolos, acusándolos, desenmascarándolos, en definitiva, ayudando a nuestros amig@s protagonistas a que hagan justicia. Eso, convendrán conmigo en que crea una gran satisfacción y un consiguiente importante aumento de endorfinas.




Otro de los beneficios que est@s compañer@s de la vida diaria nos proporcionan es la confianza, la seguridad en el prójimo. Sabemos, porque tenemos ya más que comprobado, que ellos o ellas no nos fallarán porque nunca lo hacen. Siempre están ahí. Si tú eres puntual y llegas a tiempo a ver el capítulo, él o ella ahí estará, como de costumbre. ¿Os habéis fijado en la seguridad que da esto? ¿Habéis comprobado que ni siquiera os da tiempo a sentiros sol@s porque ellos llegan a tu casa a tiempo para hacerte sentir acompañad@? Sin duda nos devuelven la confianza perdida en el prójimo y por ende nos ayudan a sentirnos segur@s y protegid@s.




Pero yo diría que aún se puede considerar otro beneficio más que nos transmiten desde su puesto en la jefatura de policía, en la patrulla callejera, en el bufete de abogados, en el laboratorio de análisis forenses, en el instituto de investigaciones, en el hospital, en la brigada de élite, en su nave interestelar, en su embarcación marítima, en su piso compartido, en sus viajes a través del tiempo, en su helicóptero, en su cabina telefónica, en su mesa de matar, etc., y es esa sensación de poderío, de seguridad en sí mismos, de capacidad de resolución que se contagia, pues, después de verlos sumidos en las situaciones más problemáticas o peligrosas que pueda uno imaginar, del tipo que sea, del calibre que se tercie, por muy mal parados que aparentemente puedan salir, al final siempre siempre superan la prueba. 




No me negaréis que ese poder de mimetización que tiene la tele no consigue haceros identificar con esos protagonistas que, como nostr@s, se ven envueltos en problemas y de los gordos, mucho más gordos de lo que puedan ser los nuestros, o quizás sólo cumplan con su deber y es que su trabajo en sí sea en extremo complicado o problemático, como a veces sucede con el nuestro, por supuesto. Pero, si ell@s pueden, nosotr@s también.


V. E.