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Este blog es de carácter lúdico, solo pretende servir de entretenimiento, de expansión, de asueto. Está creado para compartir opiniones, sugerencias, juegos y elucubraciones con aquellas personas cuya afición a las series televisivas conforma en sus vidas un mundo aparte de evasión y fantasía sin necesidad de acudir a cierto tipo de drogas que podrían ser perjudiciales para la salud. Pero, ¡ojo!, ¿quién ha dicho que esta adicción no lo sea...?

El Doctor y Amelia en un bucle

El Doctor y Amelia en un bucle
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jueves, 7 de febrero de 2013

El protagonista de serie



 
El protagonista de serie

-Reflexiones sobre la adicción en serie-



Esos personajes que habitualmente vemos en la tele, que nos acompañan a diario de lunes a viernes, o de lunes a domingo, en fin, unos cuantos días seguidos de la semana, y que llegan a convertirse en imprescindibles para nosotr@s, quizás sean los culpables de nuestra adicción.

Y es que ellos o ellas son mucho más que personajes de ficción a los que admirar, mucho más que modelos o referentes a los que nos gustaría imitar, mucho más que ídolos a los que aplaudir y mucho más que droga que consumir; son, además de todo eso, terapeutas.




Reflexionando sobre el efecto que causa en el teleadicto o la teleadicta, en esos adictos en serie reunidos a los que mi blog convoca, observo la función que esos héroes digitales o digitalizados llevan a cabo en nuestras vidas y, de ello, he llegado a la conclusión de que realizan una auténtica sesión de terapia en cada capítulo emitido.

En primer lugar se dedican a paliar la soledad. Cuando cada día a la misma hora en que nos quedamos sol@s en casa, pulsamos el botón de encendido de nuestra televisión y seleccionamos la cadena acostumbrada es porque necesitamos, como si acudiéramos a la consulta de un psicoterapeuta, nuestra sesión diaria de ser acompañados, de ser escuchados, de ser reconfortados y de subir nuestra autoestima infiriéndonos seguridad en nosotr@s mism@s.




Cuando visualizamos un capítulo cualquiera de una serie, de nuestra serie favorita o de esa otra que no hay más remedio que ver porque todos los demás programas de todas las demás cadenas en ese momento son insufribles, por mucho que ya hayamos visto ese capítulo tropecientas veces y nos lo sepamos de memoria, no importa, de todas formas cumple su función, porque una, que, por lo demás, está sola en casa y espera que las paredes que la separan de la vecina tengan el suficiente grosor para que la vecina no se entere de tu conversación, se dedica a hablar con el personaje en cuestión. Le da su opinión, le advierte, le confirma, asiente sobre su decisión o su táctica, o por el contrario disiente y le hace ver que está equivocad@; le mete prisa o le aconseja calma, le felicita por su actuación o sus logros o le echa un buen rapapolvo por lo poco acertado de la ocasión. Dialoga con él o ella, por mucho que él o ella no le responda, aparentemente, pues con su actitud sí que lo hace. Y no solo eso sino que, estos terapeutas del otro lado de la pantalla nos permiten desahogarnos con el malo, profiriéndoles insultos, acechándolos, acusándolos, desenmascarándolos, en definitiva, ayudando a nuestros amig@s protagonistas a que hagan justicia. Eso, convendrán conmigo en que crea una gran satisfacción y un consiguiente importante aumento de endorfinas.




Otro de los beneficios que est@s compañer@s de la vida diaria nos proporcionan es la confianza, la seguridad en el prójimo. Sabemos, porque tenemos ya más que comprobado, que ellos o ellas no nos fallarán porque nunca lo hacen. Siempre están ahí. Si tú eres puntual y llegas a tiempo a ver el capítulo, él o ella ahí estará, como de costumbre. ¿Os habéis fijado en la seguridad que da esto? ¿Habéis comprobado que ni siquiera os da tiempo a sentiros sol@s porque ellos llegan a tu casa a tiempo para hacerte sentir acompañad@? Sin duda nos devuelven la confianza perdida en el prójimo y por ende nos ayudan a sentirnos segur@s y protegid@s.




Pero yo diría que aún se puede considerar otro beneficio más que nos transmiten desde su puesto en la jefatura de policía, en la patrulla callejera, en el bufete de abogados, en el laboratorio de análisis forenses, en el instituto de investigaciones, en el hospital, en la brigada de élite, en su nave interestelar, en su embarcación marítima, en su piso compartido, en sus viajes a través del tiempo, en su helicóptero, en su cabina telefónica, en su mesa de matar, etc., y es esa sensación de poderío, de seguridad en sí mismos, de capacidad de resolución que se contagia, pues, después de verlos sumidos en las situaciones más problemáticas o peligrosas que pueda uno imaginar, del tipo que sea, del calibre que se tercie, por muy mal parados que aparentemente puedan salir, al final siempre siempre superan la prueba. 




No me negaréis que ese poder de mimetización que tiene la tele no consigue haceros identificar con esos protagonistas que, como nostr@s, se ven envueltos en problemas y de los gordos, mucho más gordos de lo que puedan ser los nuestros, o quizás sólo cumplan con su deber y es que su trabajo en sí sea en extremo complicado o problemático, como a veces sucede con el nuestro, por supuesto. Pero, si ell@s pueden, nosotr@s también.


V. E.

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