El protagonista de
serie
-Reflexiones sobre la
adicción en serie-
Esos
personajes que habitualmente vemos en la tele, que nos acompañan a
diario de lunes a viernes, o de lunes a domingo, en fin, unos cuantos
días seguidos de la semana, y que llegan a convertirse en
imprescindibles para nosotr@s, quizás
sean los culpables de nuestra adicción.
Y es
que ellos o ellas son mucho más que personajes de ficción a los que
admirar, mucho más que modelos o referentes a los que nos gustaría
imitar, mucho más que ídolos a los que aplaudir y mucho más que
droga que consumir;
son, además de todo eso, terapeutas.
Reflexionando
sobre el efecto que causa en el teleadicto o la teleadicta, en esos
adictos en serie reunidos a los que mi blog convoca, observo la
función que esos héroes digitales o digitalizados llevan a cabo en
nuestras vidas y, de ello, he llegado a la conclusión de que
realizan una auténtica sesión de terapia en cada capítulo emitido.
En
primer lugar se dedican a paliar la soledad. Cuando cada día a la
misma hora en que nos quedamos sol@s en
casa, pulsamos el botón de encendido de nuestra televisión y
seleccionamos la cadena acostumbrada es porque necesitamos, como
si acudiéramos a la consulta de un psicoterapeuta, nuestra sesión diaria de ser
acompañados, de ser escuchados, de ser reconfortados y de subir
nuestra autoestima infiriéndonos seguridad en nosotr@s mism@s.
Cuando
visualizamos un capítulo cualquiera de una serie, de nuestra serie
favorita o de esa otra que no hay más remedio que ver porque todos
los demás programas de todas las demás cadenas en ese momento son
insufribles, por mucho que ya hayamos visto ese capítulo
tropecientas veces y nos lo sepamos de memoria, no importa, de todas
formas cumple su función, porque una, que, por lo demás, está sola
en casa y espera que las paredes que la separan de la vecina tengan
el suficiente grosor para que la vecina no se entere de tu
conversación, se dedica a hablar con el personaje en cuestión. Le
da su opinión, le advierte, le confirma, asiente sobre su decisión
o su táctica, o por el contrario disiente y le hace ver que está
equivocad@; le mete prisa o le aconseja calma, le felicita por su
actuación o sus logros o le echa un buen rapapolvo por lo poco
acertado de la ocasión. Dialoga con él o ella, por mucho que él o
ella no le responda, aparentemente, pues con su actitud sí que lo
hace. Y no solo eso sino que, estos terapeutas del otro lado de la
pantalla nos permiten desahogarnos con el malo, profiriéndoles
insultos, acechándolos, acusándolos, desenmascarándolos, en
definitiva, ayudando a nuestros amig@s
protagonistas a que hagan justicia. Eso, convendrán conmigo en que
crea una gran satisfacción y un consiguiente importante aumento de
endorfinas.
Otro de
los beneficios que est@s compañer@s de la vida diaria nos
proporcionan es la confianza, la seguridad en el prójimo. Sabemos,
porque tenemos ya más que comprobado, que ellos o ellas no nos
fallarán porque nunca lo hacen. Siempre están ahí. Si tú eres
puntual y llegas a tiempo a ver el capítulo, él o ella ahí estará,
como de costumbre. ¿Os habéis fijado en la seguridad que da esto?
¿Habéis comprobado que ni siquiera os da tiempo a sentiros sol@s
porque ellos llegan a tu casa a tiempo para hacerte sentir
acompañad@? Sin duda nos devuelven la confianza perdida en el
prójimo y por ende nos ayudan a sentirnos segur@s y protegid@s.
Pero yo
diría que aún se puede considerar otro beneficio más que nos
transmiten desde su puesto en la jefatura de policía, en la patrulla
callejera, en el bufete de abogados, en el laboratorio de análisis
forenses, en el instituto de investigaciones, en el hospital, en la
brigada de élite, en su nave interestelar, en su embarcación
marítima, en su piso compartido, en sus viajes a través del tiempo,
en su helicóptero, en su cabina telefónica, en su mesa de matar,
etc., y es esa sensación de poderío, de seguridad en sí mismos, de
capacidad de resolución que se contagia, pues, después de verlos
sumidos en las situaciones más problemáticas o peligrosas que pueda
uno imaginar, del tipo que sea, del calibre que se tercie, por muy
mal parados que aparentemente puedan salir, al final siempre siempre
superan la prueba.
No me negaréis que ese poder de mimetización que
tiene la tele no consigue haceros identificar con esos protagonistas
que, como nostr@s, se ven envueltos en
problemas y de los gordos, mucho más gordos de lo que puedan ser los
nuestros, o quizás sólo cumplan con su deber y es que su trabajo en
sí sea en extremo complicado o problemático, como a veces sucede
con el nuestro, por supuesto. Pero, si ell@s
pueden, nosotr@s también.
V.
E.
No te enteras de nada.
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