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Este blog es de carácter lúdico, solo pretende servir de entretenimiento, de expansión, de asueto. Está creado para compartir opiniones, sugerencias, juegos y elucubraciones con aquellas personas cuya afición a las series televisivas conforma en sus vidas un mundo aparte de evasión y fantasía sin necesidad de acudir a cierto tipo de drogas que podrían ser perjudiciales para la salud. Pero, ¡ojo!, ¿quién ha dicho que esta adicción no lo sea...?

El Doctor y Amelia en un bucle

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lunes, 28 de enero de 2013

Nicholas Fallin




Nicholas Fallin

-Mis personajes favoritos de serie-





Hoy quiero empezar una nueva sección en la que poder homenajear a esos personajes, de serie, por supuesto, que a menudo consiguen hacerme la vida más entretenida y amena además de hacerme compañía en mis ratos de soledad o también, por qué no, compartir mi afición por ellos con algún otro miembro de mi hogar.

Varios de estos personajes se amontonan a las puertas de mi cabeza intentando ocupar el primer lugar para que hable de él o ella, bien o mal, no importa, lo peor sería caer en el anonimato o en el olvido.

Por fin, después de un breve recorrido por mi memoria y pensando que más adelante tendré ocasión de hablar de los que hoy no tienen cabida en este post, me he decidido por Nicholas Fallin, y éste, he de decirlo, es un personaje muy serio, por lo cual mi tono diferirá bastante del acostumbrado.

A Nick ya lo llevo echando de menos desde hace algún tiempo después de que, durante una larga temporada nos estuvieran bombardeando noche tras noche en la cadena Nova (si no recuerdo mal) con todos los capítulos de la serie que protagoniza, los siete días de la semana, a razón de dos o tres capítulos por día. No me importó entonces tragarme una y otra vez los mismos capítulos pues, con lo despistada que soy y lo fácilmente que me distraigo, siempre había algo importante, en alguno de los tres casos a resolver por episodio, que me pasaba desapercibido, y así, en cada una de las repeticiones, me enteraba mejor de lo que sucedía en cada capítulo.

Otra peculiaridad de mis visionados sobre The Guardian, la serie creada en 2001 por David Hollander que Nick protagoniza, era que en un principio, antes de hacerla formar parte de mi culto, veneración o adicción, comencé a ver capítulos sueltos desordenados que llamaron mi atención, de manera que cuando por fin logré encauzar el hilo siguiendo un casi riguroso orden, pude también comprender esa trama interna de base que es común a toda la serie y cuenta una historia de principio a fin en la que se puede ir viendo la evolución de los personajes y la interrelación entre ellos y la función de cada uno dentro de una serie que creo que ha pasado sin pena ni gloria en la historia de las televisiones y, sin embargo, para mí es de las mejores que he visto. Una serie tratada con seriedad, con profundidad, creando verdaderos retratos de unos personajes que están contemplados desde su humanidad, en el amplio espectro conceptual que pueda tener esta palabra.

El personaje de Nick está encarnado por Simon Baker, ya saben, el de El Mentalista, papel por el que es más conocido y cuyo personaje, simpático, descarado y algo sinvergüenza, es muy diferente al de El Guardián, que es de factura anterior y en donde, para mi gusto, crea un rol más complejo, profundo, trabajado y bien interpretado, por mucho que Nicholas Fallin, en principio, pueda parecer una persona fría, superficial e insustancial.

Nick es un joven de unos treinta y pocos que aparenta vivir la vida sin mayores pretensiones que las de ganar dinero, vivir lo más cómoda y lujosamente posible y vestir buenos trajes. Es buen abogado, listo, inteligente y conoce el manejo de los clientes con dinero. Trabaja en el bufete de su padre y ahí es donde, sin mayores esfuerzos, contacta con hombres de empresa que no dudan en dejarse la pasta en abogados con tal de salir airosos de pleitos millonarios.

Simon Baker logra con el personaje de Fallin hijo una interpretación excelente si tenemos en cuenta que a pesar de lo comedido y poco expresivo del personaje, en apariencia frío y distante (Nick raramente sonríe y cuando lo hace suele parecer irónico), delata un trasfondo complejo, de persona inmadura, de hombre desprotegido, incapaz de ser responsable y al mismo tiempo se le detecta una carga de infelicidad y profunda amargura. Así es Nicholas, un hombre infantil o un niño dentro de un cuerpo de hombre que se mueve en un mundo adulto donde reina la seriedad propia de los bufetes de abogados siempre en torno al objetivo común del dinero.

Pero Nick, por causa de su mala cabeza, por culpa de sus flirteos con la droga, ha de llevar una especie de doble vida, un pluriempleo que hace al pobre chico ir estresado ya que debe compartir su labor en el bufete, con las exigencias que ello conlleva, con un trabajo obligatorio y no remunerado, en un servicio social en el que representa a niños y niñas desamparados en busca de familias de acogida o de padres adoptivos. El cumplimiento de un número determinado de horas en este servicio es la condena que le impuso un juez, amigo de su padre, cuando lo arrestaron por posesión ilícita de drogas a cambio de otorgarle la libertad condicional, cuyas condiciones, como sabemos, limitan mucho la vida de quienes la sufren y ésta es otra de las circunstancias que, al parecer, amargan el carácter de nuestro protagonista.

Pero el espectador que comienza a conocer a Nick se pregunta qué le pasa a este chico, porque el personaje no puede ocultar que le pasa algo; nada muy diferente a los demás mortales, aunque sí al común del resto de protagonistas de series, hombres y mujeres que, por lo general, casi rayan en la perfección en el desempeño de sus oficios, si no en la heroicidad. Nicholas poco a poco nos va dejando conocer los entresijos de su atormentada alma, sin ser explícito, por supuesto, sin caer para nada en el histrionismo; todo lo contrario, con ese comedimiento que nos muestra, con total destreza interpretativa, que la procesión va por dentro.

Poco a poco los espectadores vamos conociendo los pormenores de su vida, de su infancia, de la relación con su padre, el viejo Burton Fallin, interpretado magistralmente por el veterano Dabney Coleman, que arrastra no pocos problemas de salud, propios de su edad, pero que para Nick parecen ser una pesada carga más sobre sus débiles hombros, toda vez que la relación entre padre e hijo es difícil y compleja y por momentos paradójica, pues, no es una relación fácil precisamente, a menudo detectamos en Nick el rechazo que siente hacia su padre, y en Burton la decepción en cuanto a las expectativas creadas en la persona de su hijo, pero a pesar de todo intuimos el profundo amor que se tienen ambos, el dolor y la vergüenza que les crea saberse causantes de decepción y la pena por no saberlo hacer mejor, aparte del resentimiento del hijo hacia el padre por no haber encontrado en él las cualidades paternales que hubiera necesitado. Sabemos que Nick ha crecido sin una madre desde temprana edad, desde esa edad en que un niño por fuerza la necesita. Hasta que en un enésimo episodio se nos revela la clave de todo lo referente a la madre y somos capaces de comprender con inusitada condescendencia por qué Nick Fallin es un drogadicto.

Pero ese trabajo complementario y tedioso que a Nick le viene como una patada en los huevos, es providencial y terminará siendo su salvación como persona. Poco a poco y a medida que se suceden los capítulos vemos a Nick ir perdiendo sus antiguas amistades, personas motivadas por la ambición del dinero y el prestigio, y a la vez ir creándose otras nuevas, afianzándose en otras relaciones que han surgido de su trabajo en lo de Asistencia Legal de Pittsburgh, haciendo de él un hombre más humano, una persona más responsable y encontrando una vida que le es propia, no heredada ni impuesta por su padre.

Las mujeres en la vida de Nick Fallin tiene un importante peso específico. Nick no es un mujeriego ni es un donjuán y sin embargo muchas son las féminas que a lo largo de la serie tienen affaires, rolletes o aventuras con Nick, y es que este hombre, para qué nos vamos a engañar, tiene un atractivo bastante irresistible, aparte de posición y dinero. Pero ¿qué busca Nick en las mujeres?... El sexo viene dado como algo natural en sus relaciones, de carácter heterosexual; a Nick le gustan las mujeres y mucho y además tiene buen gusto, pero lo que él busca en cada una de ellas es una madre y claro, lógicamente, ellas no están dispuestas a ser su mamá, por lo que sus romances suelen durar bien poco. Hasta que se cruza en su camino la maternal Lulú.

Louise Archer (Wendy Moniz) es una mujer resuelta, trabajadora, emprendedora, sensata, abierta, vehemente, luchadora, entusiasta, atractiva, pero para nada la típica triunfadora ni mucho menos una femme fatale que se lleva a los hombres de calle; Lulú es guapa pero no hace alarde de ello. Lulú en el fondo esconde una inseguridad que le viene dada por su compleja historia familiar. Ella es abogada y ama luchar por las grandes causas, por las causas perdidas, por las que atañen a los más débiles. Pudo haber entrado a trabajar en el bufete de los Fallin pero eligió La Asistencia Legal de Pittsburgh y es la persona capaz de hacer que la entidad funcione cuando todo empieza a decaer y parece irse al traste. A pesar de que en sus planes estaba abandonar ese puesto en la Asistencia, departamento cutre donde los haya, en donde se da cuenta de que se estanca profesionalmente, a cambio de otro mejor que le ofrecen fuera de Pittsburgh, al final decide que el trabajo a realizar allí es tan importante para ella, que hay tanto por hacer, que llega hasta el punto de sacrificar su propia carrera a cambio de mantener viva una empresa que se ocupa de los más débiles y necesitados.

Entre Lulú y Nick surge la atracción, el romance, el amor, y termina en pareja de hecho. Ambos se quieren pero... a Lulú le encantan los niños y las niñas de verdad y se le van los ojos detrás de cada infante que se cruza en su camino; ella se vuelca en su trabajo y es capaz de protegerlos hasta más allá de sus límites, pero, aunque quizás en un primer momento le hubiera seducido ese niño que Nick deja entrever, su irresponsabilidad, su aparente falta de implicación, su inhibición y su poca expresividad, al punto de no ser nunca capaz de expresar sus sentimientos, a Lulú la enervan, la frustran y la alejan de Nick. ¿Nicholas Fallin será capaz de ser padre...?

A menudo a Nick, a pesar de su aparente desinterés y frialdad, le conmueve la situación de los niños que tiene que representar y, evidentemente, se siente identificado con ellos en su desamparo. Desde ese primer episodio en el que se nos muestra a un joven Fallin contestatario, inconformista, rebelde y hasta maleducado e irreverente, al abandonar, en un arranque de ira, en plena sala judicial, el caso que debía librar, por motivo de una irregularidad cometida al no haberle informado de ciertos pormenores importantes relativos al caso por falta de tiempo, el espectador ya se apercibe de que lo que realmente ha causado ese rechazo en Nick es la situación extrema del menor al que ha de representar, que le toca muy profundamente su fibra sensible y con el que seguramente se siente identificado, y no puede comprender cómo un caso de tan extrema gravedad puede ser tomado tan a la ligera.

Trascendental también es su relación con Laurie Solt (Kathleen Chalfant), la madurita asistente social que, en medio de un ambiente falto de recursos, hace lo que puede para ayudar a los niños; mujer con la que choca en un primer encuentro en el que ambos delatan cierta aversión mutua y la que termina siendo imprescindible para él cuando por motivos x Nick necesita el consuelo de una madre.

En definitiva, la serie, con una visión realista y seria de la persona, nos muestra cómo los cambios no se logran con facilidad, cómo en la vida todos damos pasos adelante y atrás continuamente en una búsqueda por hacernos un lugar en ella. En la realidad no se producen esos cambios tan a menudo radicales de las obras ficticias, y los finales felices suelen ser cosa de comedia de ficción.

V. E.

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