Nicholas Fallin
-Mis personajes favoritos
de serie-
Hoy quiero empezar una nueva
sección en la que poder homenajear a esos personajes, de serie, por
supuesto, que a menudo consiguen hacerme la vida más entretenida y
amena además de hacerme compañía en mis ratos de soledad o
también, por qué no, compartir mi afición por ellos con algún
otro miembro de mi hogar.
Varios de estos personajes
se amontonan a las puertas de mi cabeza intentando ocupar el primer
lugar para que hable de él o ella, bien o mal, no importa, lo peor
sería caer en el anonimato o en el olvido.
Por fin, después de un
breve recorrido por mi memoria y pensando que más adelante tendré
ocasión de hablar de los que hoy no tienen cabida en este post, me he
decidido por Nicholas Fallin, y éste, he de decirlo, es un
personaje muy serio, por lo cual mi tono diferirá bastante del
acostumbrado.
A Nick ya lo llevo echando
de menos desde hace algún tiempo después de que, durante una larga
temporada nos estuvieran bombardeando noche tras noche en la cadena
Nova (si no recuerdo mal) con todos los capítulos de la serie que
protagoniza, los siete días de la semana, a razón de dos o tres
capítulos por día. No me importó entonces tragarme una y otra vez
los mismos capítulos pues, con lo despistada que soy y lo fácilmente
que me distraigo, siempre había algo importante, en alguno de los
tres casos a resolver por episodio, que me pasaba desapercibido, y
así, en cada una de las repeticiones, me enteraba mejor de lo que
sucedía en cada capítulo.
Otra peculiaridad de mis
visionados sobre The Guardian, la serie creada en 2001 por
David Hollander que Nick protagoniza, era que en un principio, antes
de hacerla formar parte de mi culto, veneración o adicción, comencé
a ver capítulos sueltos desordenados que llamaron mi atención, de
manera que cuando por fin logré encauzar el hilo siguiendo un casi
riguroso orden, pude también comprender esa trama interna de base
que es común a toda la serie y cuenta una historia de principio a
fin en la que se puede ir viendo la evolución de los personajes y la
interrelación entre ellos y la función de cada uno dentro de una
serie que creo que ha pasado sin pena ni gloria en la historia de las
televisiones y, sin embargo, para mí es de las mejores que he visto.
Una serie tratada con seriedad, con profundidad, creando verdaderos
retratos de unos personajes que están contemplados desde su
humanidad, en el amplio espectro conceptual que pueda tener esta
palabra.
El personaje de Nick está
encarnado por Simon Baker, ya saben, el de El Mentalista,
papel por el que es más conocido y cuyo personaje, simpático,
descarado y algo sinvergüenza, es muy diferente al de El
Guardián, que es de factura anterior y en donde, para mi gusto,
crea un rol más complejo, profundo, trabajado y bien interpretado,
por mucho que Nicholas Fallin, en principio, pueda parecer una
persona fría, superficial e insustancial.
Nick es un joven de
unos treinta y pocos que aparenta vivir la vida sin mayores
pretensiones que las de ganar dinero, vivir lo más cómoda y
lujosamente posible y vestir buenos trajes. Es buen abogado, listo,
inteligente y conoce el manejo de los clientes con dinero. Trabaja en
el bufete de su padre y ahí es donde, sin mayores esfuerzos,
contacta con hombres de empresa que no dudan en dejarse la pasta en
abogados con tal de salir airosos de pleitos millonarios.
Simon Baker logra con el
personaje de Fallin hijo una interpretación excelente si tenemos en
cuenta que a pesar de lo comedido y poco expresivo del personaje, en
apariencia frío y distante (Nick raramente sonríe y cuando lo hace
suele parecer irónico), delata un trasfondo complejo, de persona
inmadura, de hombre desprotegido, incapaz de ser responsable y al
mismo tiempo se le detecta una carga de infelicidad y profunda
amargura. Así es Nicholas, un hombre infantil o un niño
dentro de un cuerpo de hombre que se mueve en un mundo adulto donde
reina la seriedad propia de los bufetes de abogados siempre en torno
al objetivo común del dinero.
Pero Nick, por causa de su
mala cabeza, por culpa de sus flirteos con la droga, ha de llevar una
especie de doble vida, un pluriempleo que hace al pobre chico ir
estresado ya que debe compartir su labor en el bufete, con las
exigencias que ello conlleva, con un trabajo obligatorio y no
remunerado, en un servicio social en el que representa a niños y
niñas desamparados en busca de familias de acogida o de padres
adoptivos. El cumplimiento de un número determinado de horas en este
servicio es la condena que le impuso un juez, amigo de su padre,
cuando lo arrestaron por posesión ilícita de drogas a cambio de
otorgarle la libertad condicional, cuyas condiciones, como sabemos,
limitan mucho la vida de quienes la sufren y ésta es otra de las
circunstancias que, al parecer, amargan el carácter de nuestro
protagonista.
Pero el espectador que
comienza a conocer a Nick se pregunta qué le pasa a este chico,
porque el personaje no puede ocultar que le pasa algo; nada muy
diferente a los demás mortales, aunque sí al común del resto de
protagonistas de series, hombres y mujeres que, por lo general, casi
rayan en la perfección en el desempeño de sus oficios, si no en la
heroicidad. Nicholas poco a poco nos va dejando conocer los
entresijos de su atormentada alma, sin ser explícito, por supuesto,
sin caer para nada en el histrionismo; todo lo contrario, con ese
comedimiento que nos muestra, con total destreza interpretativa, que
la procesión va por dentro.
Poco a poco los espectadores
vamos conociendo los pormenores de su vida, de su infancia, de la
relación con su padre, el viejo Burton Fallin, interpretado
magistralmente por el veterano Dabney Coleman, que arrastra no pocos
problemas de salud, propios de su edad, pero que para Nick parecen
ser una pesada carga más sobre sus débiles hombros, toda vez que la
relación entre padre e hijo es difícil y compleja y por momentos
paradójica, pues, no es una relación fácil precisamente, a menudo
detectamos en Nick el rechazo que siente hacia su padre, y en Burton
la decepción en cuanto a las expectativas creadas en la persona de
su hijo, pero a pesar de todo intuimos el profundo amor que se tienen
ambos, el dolor y la vergüenza que les crea saberse causantes de
decepción y la pena por no saberlo hacer mejor, aparte del
resentimiento del hijo hacia el padre por no haber encontrado en él
las cualidades paternales que hubiera necesitado. Sabemos que Nick ha
crecido sin una madre desde temprana edad, desde esa edad en que un
niño por fuerza la necesita. Hasta que en un enésimo episodio se
nos revela la clave de todo lo referente a la madre y somos capaces
de comprender con inusitada condescendencia por qué Nick Fallin es
un drogadicto.
Pero ese trabajo
complementario y tedioso que a Nick le viene como una patada en los
huevos, es providencial y terminará siendo su salvación como
persona. Poco a poco y a medida que se suceden los capítulos vemos a
Nick ir perdiendo sus antiguas amistades, personas motivadas por la
ambición del dinero y el prestigio, y a la vez ir creándose otras
nuevas, afianzándose en otras relaciones que han surgido de su
trabajo en lo de Asistencia Legal de Pittsburgh, haciendo de él un
hombre más humano, una persona más responsable y encontrando una
vida que le es propia, no heredada ni impuesta por su padre.
Las mujeres en la vida de
Nick Fallin tiene un importante peso específico. Nick no es un
mujeriego ni es un donjuán y sin embargo muchas son las féminas que
a lo largo de la serie tienen affaires, rolletes
o aventuras con Nick, y es que este hombre, para qué nos vamos a
engañar, tiene un atractivo bastante irresistible, aparte de
posición y dinero. Pero ¿qué busca Nick en las mujeres?... El sexo
viene dado como algo natural en sus relaciones, de carácter
heterosexual; a Nick le gustan las mujeres y mucho y además tiene
buen gusto, pero lo que él busca en cada una de ellas es una madre y
claro, lógicamente, ellas no están dispuestas a ser su mamá, por
lo que sus romances suelen durar bien poco. Hasta que se cruza en su
camino la maternal Lulú.
Louise Archer (Wendy
Moniz) es una mujer resuelta, trabajadora, emprendedora, sensata,
abierta, vehemente, luchadora, entusiasta, atractiva, pero para nada
la típica triunfadora ni mucho menos una femme fatale
que se lleva a los hombres de calle; Lulú es guapa pero no hace
alarde de ello. Lulú en el fondo esconde una inseguridad que le
viene dada por su compleja historia familiar. Ella es abogada y ama
luchar por las grandes causas, por las causas perdidas, por las que
atañen a los más débiles. Pudo haber entrado a trabajar en el
bufete de los Fallin pero eligió La Asistencia Legal de
Pittsburgh y es la persona capaz
de hacer que la entidad funcione cuando todo empieza a decaer y
parece irse al traste. A pesar de que en sus planes estaba abandonar
ese puesto en la Asistencia, departamento cutre donde los haya, en
donde se da cuenta de que se estanca profesionalmente, a cambio de
otro mejor que le ofrecen fuera de Pittsburgh, al final decide que el
trabajo a realizar allí es tan importante para ella, que hay tanto
por hacer, que llega hasta el punto de sacrificar su propia carrera a
cambio de mantener viva una empresa que se ocupa de los más débiles
y necesitados.
Entre
Lulú y Nick surge la atracción, el romance, el amor, y termina en
pareja de hecho. Ambos se quieren pero... a Lulú le encantan los
niños y las niñas de verdad y se le van los ojos detrás de cada
infante que se cruza en su camino; ella se vuelca en su trabajo y es
capaz de protegerlos hasta más allá de sus límites, pero, aunque
quizás en un primer momento le hubiera seducido ese niño que Nick
deja entrever, su irresponsabilidad, su aparente falta de
implicación, su inhibición y su poca expresividad, al punto de no
ser nunca capaz de expresar sus sentimientos, a Lulú la enervan, la
frustran y la alejan de Nick. ¿Nicholas Fallin será capaz de ser
padre...?
A menudo a Nick, a pesar de
su aparente desinterés y frialdad, le conmueve la situación de los
niños que tiene que representar y, evidentemente, se siente
identificado con ellos en su desamparo. Desde ese primer episodio en
el que se nos muestra a un joven Fallin contestatario, inconformista,
rebelde y hasta maleducado e irreverente, al abandonar, en un
arranque de ira, en plena sala judicial, el caso que debía librar,
por motivo de una irregularidad cometida al no haberle informado de
ciertos pormenores importantes relativos al caso por falta de tiempo,
el espectador ya se apercibe de que lo que realmente ha causado ese
rechazo en Nick es la situación extrema del menor al que ha de
representar, que le toca muy profundamente su fibra sensible y con el
que seguramente se siente identificado, y no puede comprender cómo
un caso de tan extrema gravedad puede ser tomado tan a la ligera.
Trascendental también es su
relación con Laurie Solt (Kathleen Chalfant), la madurita
asistente social que, en medio de un ambiente falto de recursos, hace
lo que puede para ayudar a los niños; mujer con la que choca en un
primer encuentro en el que ambos delatan cierta aversión mutua y la
que termina siendo imprescindible para él cuando por motivos x Nick
necesita el consuelo de una madre.
En definitiva, la serie, con
una visión realista y seria de la persona, nos muestra cómo los
cambios no se logran con facilidad, cómo en la vida todos damos
pasos adelante y atrás continuamente en una búsqueda por hacernos
un lugar en ella. En la realidad no se producen esos cambios tan a
menudo radicales de las obras ficticias, y los finales felices suelen
ser cosa de comedia de ficción.
V. E.
V. E.
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