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Este blog es de carácter lúdico, solo pretende servir de entretenimiento, de expansión, de asueto. Está creado para compartir opiniones, sugerencias, juegos y elucubraciones con aquellas personas cuya afición a las series televisivas conforma en sus vidas un mundo aparte de evasión y fantasía sin necesidad de acudir a cierto tipo de drogas que podrían ser perjudiciales para la salud. Pero, ¡ojo!, ¿quién ha dicho que esta adicción no lo sea...?

El Doctor y Amelia en un bucle

El Doctor y Amelia en un bucle
Geronimoooooooo!!!!!!!!!!!!!!!



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lunes, 28 de enero de 2013

Nicholas Fallin




Nicholas Fallin

-Mis personajes favoritos de serie-





Hoy quiero empezar una nueva sección en la que poder homenajear a esos personajes, de serie, por supuesto, que a menudo consiguen hacerme la vida más entretenida y amena además de hacerme compañía en mis ratos de soledad o también, por qué no, compartir mi afición por ellos con algún otro miembro de mi hogar.

Varios de estos personajes se amontonan a las puertas de mi cabeza intentando ocupar el primer lugar para que hable de él o ella, bien o mal, no importa, lo peor sería caer en el anonimato o en el olvido.

Por fin, después de un breve recorrido por mi memoria y pensando que más adelante tendré ocasión de hablar de los que hoy no tienen cabida en este post, me he decidido por Nicholas Fallin, y éste, he de decirlo, es un personaje muy serio, por lo cual mi tono diferirá bastante del acostumbrado.

A Nick ya lo llevo echando de menos desde hace algún tiempo después de que, durante una larga temporada nos estuvieran bombardeando noche tras noche en la cadena Nova (si no recuerdo mal) con todos los capítulos de la serie que protagoniza, los siete días de la semana, a razón de dos o tres capítulos por día. No me importó entonces tragarme una y otra vez los mismos capítulos pues, con lo despistada que soy y lo fácilmente que me distraigo, siempre había algo importante, en alguno de los tres casos a resolver por episodio, que me pasaba desapercibido, y así, en cada una de las repeticiones, me enteraba mejor de lo que sucedía en cada capítulo.

Otra peculiaridad de mis visionados sobre The Guardian, la serie creada en 2001 por David Hollander que Nick protagoniza, era que en un principio, antes de hacerla formar parte de mi culto, veneración o adicción, comencé a ver capítulos sueltos desordenados que llamaron mi atención, de manera que cuando por fin logré encauzar el hilo siguiendo un casi riguroso orden, pude también comprender esa trama interna de base que es común a toda la serie y cuenta una historia de principio a fin en la que se puede ir viendo la evolución de los personajes y la interrelación entre ellos y la función de cada uno dentro de una serie que creo que ha pasado sin pena ni gloria en la historia de las televisiones y, sin embargo, para mí es de las mejores que he visto. Una serie tratada con seriedad, con profundidad, creando verdaderos retratos de unos personajes que están contemplados desde su humanidad, en el amplio espectro conceptual que pueda tener esta palabra.

El personaje de Nick está encarnado por Simon Baker, ya saben, el de El Mentalista, papel por el que es más conocido y cuyo personaje, simpático, descarado y algo sinvergüenza, es muy diferente al de El Guardián, que es de factura anterior y en donde, para mi gusto, crea un rol más complejo, profundo, trabajado y bien interpretado, por mucho que Nicholas Fallin, en principio, pueda parecer una persona fría, superficial e insustancial.

Nick es un joven de unos treinta y pocos que aparenta vivir la vida sin mayores pretensiones que las de ganar dinero, vivir lo más cómoda y lujosamente posible y vestir buenos trajes. Es buen abogado, listo, inteligente y conoce el manejo de los clientes con dinero. Trabaja en el bufete de su padre y ahí es donde, sin mayores esfuerzos, contacta con hombres de empresa que no dudan en dejarse la pasta en abogados con tal de salir airosos de pleitos millonarios.

Simon Baker logra con el personaje de Fallin hijo una interpretación excelente si tenemos en cuenta que a pesar de lo comedido y poco expresivo del personaje, en apariencia frío y distante (Nick raramente sonríe y cuando lo hace suele parecer irónico), delata un trasfondo complejo, de persona inmadura, de hombre desprotegido, incapaz de ser responsable y al mismo tiempo se le detecta una carga de infelicidad y profunda amargura. Así es Nicholas, un hombre infantil o un niño dentro de un cuerpo de hombre que se mueve en un mundo adulto donde reina la seriedad propia de los bufetes de abogados siempre en torno al objetivo común del dinero.

Pero Nick, por causa de su mala cabeza, por culpa de sus flirteos con la droga, ha de llevar una especie de doble vida, un pluriempleo que hace al pobre chico ir estresado ya que debe compartir su labor en el bufete, con las exigencias que ello conlleva, con un trabajo obligatorio y no remunerado, en un servicio social en el que representa a niños y niñas desamparados en busca de familias de acogida o de padres adoptivos. El cumplimiento de un número determinado de horas en este servicio es la condena que le impuso un juez, amigo de su padre, cuando lo arrestaron por posesión ilícita de drogas a cambio de otorgarle la libertad condicional, cuyas condiciones, como sabemos, limitan mucho la vida de quienes la sufren y ésta es otra de las circunstancias que, al parecer, amargan el carácter de nuestro protagonista.

Pero el espectador que comienza a conocer a Nick se pregunta qué le pasa a este chico, porque el personaje no puede ocultar que le pasa algo; nada muy diferente a los demás mortales, aunque sí al común del resto de protagonistas de series, hombres y mujeres que, por lo general, casi rayan en la perfección en el desempeño de sus oficios, si no en la heroicidad. Nicholas poco a poco nos va dejando conocer los entresijos de su atormentada alma, sin ser explícito, por supuesto, sin caer para nada en el histrionismo; todo lo contrario, con ese comedimiento que nos muestra, con total destreza interpretativa, que la procesión va por dentro.

Poco a poco los espectadores vamos conociendo los pormenores de su vida, de su infancia, de la relación con su padre, el viejo Burton Fallin, interpretado magistralmente por el veterano Dabney Coleman, que arrastra no pocos problemas de salud, propios de su edad, pero que para Nick parecen ser una pesada carga más sobre sus débiles hombros, toda vez que la relación entre padre e hijo es difícil y compleja y por momentos paradójica, pues, no es una relación fácil precisamente, a menudo detectamos en Nick el rechazo que siente hacia su padre, y en Burton la decepción en cuanto a las expectativas creadas en la persona de su hijo, pero a pesar de todo intuimos el profundo amor que se tienen ambos, el dolor y la vergüenza que les crea saberse causantes de decepción y la pena por no saberlo hacer mejor, aparte del resentimiento del hijo hacia el padre por no haber encontrado en él las cualidades paternales que hubiera necesitado. Sabemos que Nick ha crecido sin una madre desde temprana edad, desde esa edad en que un niño por fuerza la necesita. Hasta que en un enésimo episodio se nos revela la clave de todo lo referente a la madre y somos capaces de comprender con inusitada condescendencia por qué Nick Fallin es un drogadicto.

Pero ese trabajo complementario y tedioso que a Nick le viene como una patada en los huevos, es providencial y terminará siendo su salvación como persona. Poco a poco y a medida que se suceden los capítulos vemos a Nick ir perdiendo sus antiguas amistades, personas motivadas por la ambición del dinero y el prestigio, y a la vez ir creándose otras nuevas, afianzándose en otras relaciones que han surgido de su trabajo en lo de Asistencia Legal de Pittsburgh, haciendo de él un hombre más humano, una persona más responsable y encontrando una vida que le es propia, no heredada ni impuesta por su padre.

Las mujeres en la vida de Nick Fallin tiene un importante peso específico. Nick no es un mujeriego ni es un donjuán y sin embargo muchas son las féminas que a lo largo de la serie tienen affaires, rolletes o aventuras con Nick, y es que este hombre, para qué nos vamos a engañar, tiene un atractivo bastante irresistible, aparte de posición y dinero. Pero ¿qué busca Nick en las mujeres?... El sexo viene dado como algo natural en sus relaciones, de carácter heterosexual; a Nick le gustan las mujeres y mucho y además tiene buen gusto, pero lo que él busca en cada una de ellas es una madre y claro, lógicamente, ellas no están dispuestas a ser su mamá, por lo que sus romances suelen durar bien poco. Hasta que se cruza en su camino la maternal Lulú.

Louise Archer (Wendy Moniz) es una mujer resuelta, trabajadora, emprendedora, sensata, abierta, vehemente, luchadora, entusiasta, atractiva, pero para nada la típica triunfadora ni mucho menos una femme fatale que se lleva a los hombres de calle; Lulú es guapa pero no hace alarde de ello. Lulú en el fondo esconde una inseguridad que le viene dada por su compleja historia familiar. Ella es abogada y ama luchar por las grandes causas, por las causas perdidas, por las que atañen a los más débiles. Pudo haber entrado a trabajar en el bufete de los Fallin pero eligió La Asistencia Legal de Pittsburgh y es la persona capaz de hacer que la entidad funcione cuando todo empieza a decaer y parece irse al traste. A pesar de que en sus planes estaba abandonar ese puesto en la Asistencia, departamento cutre donde los haya, en donde se da cuenta de que se estanca profesionalmente, a cambio de otro mejor que le ofrecen fuera de Pittsburgh, al final decide que el trabajo a realizar allí es tan importante para ella, que hay tanto por hacer, que llega hasta el punto de sacrificar su propia carrera a cambio de mantener viva una empresa que se ocupa de los más débiles y necesitados.

Entre Lulú y Nick surge la atracción, el romance, el amor, y termina en pareja de hecho. Ambos se quieren pero... a Lulú le encantan los niños y las niñas de verdad y se le van los ojos detrás de cada infante que se cruza en su camino; ella se vuelca en su trabajo y es capaz de protegerlos hasta más allá de sus límites, pero, aunque quizás en un primer momento le hubiera seducido ese niño que Nick deja entrever, su irresponsabilidad, su aparente falta de implicación, su inhibición y su poca expresividad, al punto de no ser nunca capaz de expresar sus sentimientos, a Lulú la enervan, la frustran y la alejan de Nick. ¿Nicholas Fallin será capaz de ser padre...?

A menudo a Nick, a pesar de su aparente desinterés y frialdad, le conmueve la situación de los niños que tiene que representar y, evidentemente, se siente identificado con ellos en su desamparo. Desde ese primer episodio en el que se nos muestra a un joven Fallin contestatario, inconformista, rebelde y hasta maleducado e irreverente, al abandonar, en un arranque de ira, en plena sala judicial, el caso que debía librar, por motivo de una irregularidad cometida al no haberle informado de ciertos pormenores importantes relativos al caso por falta de tiempo, el espectador ya se apercibe de que lo que realmente ha causado ese rechazo en Nick es la situación extrema del menor al que ha de representar, que le toca muy profundamente su fibra sensible y con el que seguramente se siente identificado, y no puede comprender cómo un caso de tan extrema gravedad puede ser tomado tan a la ligera.

Trascendental también es su relación con Laurie Solt (Kathleen Chalfant), la madurita asistente social que, en medio de un ambiente falto de recursos, hace lo que puede para ayudar a los niños; mujer con la que choca en un primer encuentro en el que ambos delatan cierta aversión mutua y la que termina siendo imprescindible para él cuando por motivos x Nick necesita el consuelo de una madre.

En definitiva, la serie, con una visión realista y seria de la persona, nos muestra cómo los cambios no se logran con facilidad, cómo en la vida todos damos pasos adelante y atrás continuamente en una búsqueda por hacernos un lugar en ella. En la realidad no se producen esos cambios tan a menudo radicales de las obras ficticias, y los finales felices suelen ser cosa de comedia de ficción.

V. E.

sábado, 26 de enero de 2013

De médicos, héroes o pirados



A caballo entre el morbo y la heroicidad, un médico y dos médicas a diario se juegan la vida, la salud, el pundonor y la capacidad de abstracción o distanciamiento viendo y tratando las más inimaginables asquerosidades que el cuerpo humano es capaz de desarrollar.



Entre los documentales que nos ofrece la cadena Xplora, dos, Cuerpos embarazosos y Enfermedades embarazosas (aún no sé cuál es la diferencia), han llamado poderosamente mi atención hasta el punto de que, cuando hago zapping, a menudo me cuelgo embobada mirando zonas de cuerpos humanos vivos que en su mayoría de veces resultan más repugnantes si cabe que uno de esos esqueletos pringosos y putrefactos con los que suelen tropezarse los protagonistas de Bones. Eso sí, que no me pille cenando, no sería capaz de resistir tal tortura sin tener que vomitar a continuación.

Desde la punta del pelo de la coronilla hasta la uña más chiquitina de un dedo meñique cualquiera, es increíble la de porquerías que pueden acumular nuestros queridos organismos humanos. Sin necesidad de penetrar en su interior, de bucear entre los entresijos de sus órganos internos ni de indagar entre desechos o fluidos, tenemos, si nos atrevemos a hacer un visionado de alguno de los capítulos que componen estas dos series de documentales, la posibilidad de mirar y admirar en primer plano desde unas “bonitas” hemorroides hasta un “lindo” cuero cabelludo repleto de quistes, pasando por un “envidiable” pene lleno de llagas al rojo vivo y haciendo escala entre unos descomunales senos mamarios que no hay talla de sujetador que los pueda contener.

Nuestros protagonistas, la doctora Pixie McKenna, la doctora Dawn Harper y el doctor Christian Jessen, son capaces de convertir una consulta médica en un show televisivo y una revisión de genitales en una peli gore. Su poder de convocatoria les lleva a viajar por diferentes ciudades europeas, montar una improvisada consulta en su tenderete de campaña en medio de una plaza pública de cualquier ciudad que podamos imaginar (estuvieron ya por Marbella o Torremolinos) y conseguir que el garito se les llene de “tullidos” y “leprosos” como si de la Virgen de Lourdes se tratara.

Eso cuando no les da por montar un espectáculo circense llenando el espacio público de una plaza mayor de retretes e invitando a los transeúntes que pasan por allí a mostrar a todos los asistentes, amén de telespectadores, cuáles son sus costumbres para hacer caca, mientras ellos, con la paciencia, el cariño y la simpatía que les caracteriza, les van corrigiendo los errores y enseñándoles la forma correcta de pasarse el papel higiénico por el trasero.



Pero, hablando de mostrar..., yo creo que un médico en consulta no tiene una visión tan real, cercana, nítida, completa y certera del cuerpo de su paciente como la que esta serie ofrece a sus telespectadores. Porque..., vamos a ver, lo primero que me parece que suele hacer un médico de verdad es ponerse su bata blanca, no para asustar sino para preservar un poco la higiene. Pero estos tres no, él y ellas se aproximan a la zona más guarra que pueda uno imaginar de un cuerpo humano con su modelito de lo más chic, luciendo vestidito a la última o camiseta chula y tejanos. Y lo segundo, respetar un poco la intimidad del o la paciente cubriendo sus desnudeces con una sabanita dispuesta para tal fin y pidiéndole que se desvista exclusivamente de la prenda que es total y absolutamente necesaria, protegiendo su pundonor detrás de un horrible biombo, si de criterios decorativos se tratase, pero que, en estos casos, cumple de sobra su función.

En estos documentales no, aquí todos van a pecho descubierto. Los médicos, como decía, luciendo palmito, y los pobres pacientes, enseñando a diestra y siniestra, a médicos, cámaras, regidores, telespectadores y demás fauna televisiva, sus más íntimas intimidades, sus más vergonzosas deformidades, sus más repugnantes prominencias, sus más asquerosas fluidificaciones, etc., etc., de manera que podemos estar viendo la cara de la buena señora que se queja de molestias en sus bajos fondos y a continuación la cámara se acerca hasta sus partes pudendas y nos enfoca con todo detalle un prolapso uterino y los dedos de la doctora Pixie palpando el abultamiento, con un guante puesto, eso sí, y que previamente se ha cambiado después de introducir dos dedos en el repulsivo recto hemorroidoso del paciente anterior.



Y yo me planteo..., deben de pagar mucho a estos pacientes para que accedan a mostrar rostro, partes íntimas y deformidades, todo en uno, tanto a espectadores de su mismo pueblo como a los extranjeros residentes en otros países. ¿O será que previamente a la grabación de la consulta les ofrecen unas sesiones intensivas de terapia desinhibitoria y unos consejos prácticos de subida de autoestima a pesar de que sean conscientes de que van a enseñar a medio mundo sus más vergonzosas vergüenzas?



Así, cada vez que me trago un capitulito de estas entretenidas series, se me plantea la duda de si se trata de documentales científicos, de realities gore, de campañas de formación higiénica para ciudadanos de a pie o para quitarnos los temores y la vergüenza que nos impide en ocasiones decidirnos a visitar al médico, o tal vez es que sus creadores han dado con una nueva fórmula para tener pegados a un buen número de espectadores a la pantalla de su televisor. ¡Si seremos morbosos!



El caso es que, con la mayor naturalidad del mundo, los pacientes muestran, los médicos examinan y los espectadores curioseamos esas intimidades de otros que, si fueran nuestras, no seríamos capaces de enseñar ni a nuestra propia madre.

Después de terminar de ver uno de estos capítulos (repes hasta la saciedad, ¿cómo no?, que hasta ya me he aprendido el sitio exacto donde le crece el tercer pelo que rodea el ano del muchacho al que operan de hemorroides), no sé si soltar un fuerte y estrepitoso “Olé tus huevos” o hacer de tripas corazón para no ir corriendo al baño y echar la pota.

V. E.


viernes, 25 de enero de 2013

Adicción a Doctor Who



Geniales momentos compartidos entre el Décimo Doctor y Donna. Impagable!!

jueves, 24 de enero de 2013

Paralelismos 1




Doctor Who y compañía

(Paralelismos)


A veces juego a los paralelismos. ¡Qué tontería! ¿Qué será eso de los paralelismos?, ustedes se preguntarán. Bueno, podría ser un juego para lelos pero no es así, a mí me parece un juego muy inteligente; es, en su finalidad, como lo de contar ovejitas, pero mucho menos aburrido.

El juego consiste en pensar en una peli o serie extranjera e imaginar a sus personajes interpretados por actores o actrices españoles. También se puede jugar a la inversa, claro está, con pelis españolas y actores extranjeros. La gracia estriba en encontrar un actor o actriz cuyas características se parezcan de alguna forma o en alguna medida a las del original, como si fuese una especie de doble que actúa en un mundo paralelo.

Vamos a probar...

Una de mis series favoritas de los últimos tiempos es Doctor Who. Nos encontramos en un escenario cualquiera donde de repente aparece la Tardis y a continuación vemos abrirse la puerta sigilosamente y salir, con cara de despiste, el undécimo doctor. ¿Quien sería el actor que lo encarna?
Pues, no es otro que Joaquín Reyes, el de Muchachada Nui. ¿Lo visualizan?



No han pasado ni unos minutos cuando Joaquín es sorprendido por una voz femenina que le dice: “Hello, sweetie”. Ante su presencia se encuentra ni más ni menos que Marisa Paredes, pistola en mano, enfundada en un “robe sirène noire” encarnando a la paradójica River Song.



-“Querido”- le interroga River -“¿dónde están mamá y papá?”- De inmediato el pensamiento del Doctor se centra en la persona de su suegra, su amada suegra Amelia Pond, la niña que siempre espera, personaje encarnado esta vez por Ana Polvorosa.



Al poco aparece Rory vestido de romano. El pobrecillo está algo agobiado porque viene de librar una batalla y busca desesperadamente a Amelia; está desconcertado y no es capaz de localizarla. Este Rory no es otro que Unax Ugalde.



En este escenario la grieta espacio-temporal les ha propiciado a nuestros personajes un inesperado encuentro con Donna Noble, que la pobre no sabe dónde está ni lo que le ha ocurrido, pues, como recordarán, le fue borrada su memoria en lo referente al Doctor. Nuestra Donna está encarnada por Verónica Forqué.



Y claro, como Donna no conoce al undécimo Doctor y se siente junto a la Tardis como pez fuera del agua, éste la invita a entrar para realizar uno de esos viajecitos transtemporales e intentar encontrar al décimo, que aunque ella no lo recuerde, al menos sabrá cómo tratarla.

Nuestro pobre undécimo Doctor llega a un punto espacio-temporal en el que sufre una conmoción y cae desplomado al suelo. Durante unos segundos Verónica (Donna) ve con horror cómo ese hombre se transforma en otro. Ahí, tumbado en el suelo, desconcertado y dolorido, se encuentra ahora el décimo, que con urgencia le pide ayuda a la chica: “Vamos, Donna, ¿qué esperas para ayudarme a levantar?” Verónica lo mira más desconcertada todavía y descubre en este nuevo ser el rostro de Pitingo.



A continuación vemos a alguien corriendo como loco hacia el lugar donde de nuevo ha aterrizado la Tardis, ahora ya con el décimo Doctor (Pitingo) y con Donna (Verónica Forqué) de pasajeros. Se trata del capitán Jack Harkness, que tiene añoranza por volver a contactar con su amigo el Doctor y correr con él una de sus aventuras tarderianas sin límites. Este nuevo Jack Harkness está encarnado por Eduardo Noriega. 



-Oahhhhhhhhhhhhh- Uy, perdonen mi bostezo, el juego me está haciendo efecto, ¿y a ustedes?. Buenas noches. Mañana seguiremos jugando...

V. E.

lunes, 21 de enero de 2013

Va de conjeturas mentales



 
¡¿Nuevos capítulos?!


En estos días, primeros del 2013, suelo sentarme como el año pasado a hacer mis cosas mientras la tele, encendida, va emitiendo los correspondientes episodios de algunas de las series que todavía me atrevo a seguir sin crearme la necesidad de bajarme los capítulos de Internet.



Así, entre miradita a la caja tonta y miradita a mis labores, compruebo, más por lo que oigo que por lo que veo, que los capítulos emitidos son los mismísimos del año pasado, o sea, del 2012 y hasta en la mayoría de los casos del mismísimo diciembre pasado. Esto irremediablemente me lleva a hacerme la siguiente pregunta: ¿acaso los directivos de televisión habían creído de verdad que durante las Navidades de 2012 se produciría el tan cacareado fin del mundo y pensando que el 2013 nunca llegaría a existir no tenían preparados nuevos programas, pelis o series para proveer a los adictos con dosis renovadas?



No sé, también pienso si tal cosa no puede haber estado provocada por la crisis, es decir, que se deba a un recorte presupuestario en toda regla. Quizás esta conjetura se acerque más a la realidad. El caso es que, sentada ante mi televisor, me siento como una viajera del tiempo atrapada en un bucle del que me resulta imposible salir y esto, en cierto modo, me sirve un poco de consuelo al pensar, ingenuamente, que voy a permanecer como el año pasado y que la ropa de mi armario, por ende, no me va a pasar de moda. Ilusa de mí, pues, aprovechando los 6 minutos de publicidad que me ofrecen algunas cadenas, suelo levantarme a hacer pipí y es en ese preciso momento en que me acerco al lavabo y echo una miradita al espejo del cuarto de baño, cuando me apercibo de que, para mí, sí ha pasado un año y algunos días casi diría que han pasado más.



Lo bueno de todo esto es mi falta de memoria, lo cual, lejos de resultarme un síntoma más de mi envejecimiento, muy por el contrario, contribuye a levantarme la autoestima. Ustedes se preguntarán el porqué de semejante chorrada, parece un contrasentido; pues no, yo les explico. Resulta que normalmente no recuerdo la trama de los diferentes capítulos o pelis repes y yo los afronto como de nuevas, hasta que surge alguna frase o algún rostro que me hace darme cuenta de ello, de que es repe, pero como al mismo tiempo soy consciente de que no recuerdo nada acerca del desenlace, pues, me trago otra vez el capitulazo íntegro y durante mi visionado llega un momento en el que de repente me viene como una inspiración certera, como si hubiera desarrollado un sexto sentido que me indica con total claridad quién es el asesino. No se pueden imaginar cómo me siento de bien cuando llega el final y se descubre que, en efecto, el asesino era quien yo pensaba.



Claro que... esta nueva faceta mía de adivinar quién es el asesino se me ha despertado a raíz de esa repetición de la que les hablaba, y es que, si les soy sincera, hay episodios que no es que los hubiera visto ya el año pasado sino que creo que llegué a verlos una vez por cada mes del año pasado y quizás también del anterior, y algunos creo que hasta dos repes por mes.
Y no saben la alegría que siento cuando se me presenta un capítulo que en mi memoria consta como de haberlo visto hace más de un año..., es genial, una fiesta para mí, me trae unos recuerdos..., es como cuando alguna vez se me ocurre ponerme a ver Bonanza; me rejuvenece, me transporta a mi infancia, me hace sentir como más ligera, más joven, incluso yo diría que más alegre, vamos, que saca a la superficie mi niña interior. Viendo que el tiempo no ha pasado para los Cartwright, que eran unos buenos mozos cuando yo era infante, me siento como si tampoco hubiera pasado para mí.


Hoy, sin ir más lejos, he sentido una alegría tremenda cuando he creído estar viendo un nuevo capítulo de Mentes criminales..., hasta que he caído del burro y me he dado cuenta de que, como de costumbre, ya lo había visto con anterioridad, lo que pasa es que hacía más tiempo que los que suelo ver últimamente y esto, convendrán conmigo, tiene un gran mérito.



Lo mejor es cuando me adormilo, empiezo a dar cabezadas hasta que pierdo el hilo y cuando lo retomo resulta que ya estamos en el capítulo siguiente, de manera que esto me produce una gran confusión porque cuando entro en tensión y me sube la adrenalina pensando que inminentemente van a rescatar a una víctima a la que ya han conseguido ubicar, me apercibo con desilusión de que esa víctima ya debió de ser rescatada en su momento porque ahora es otra la que está en peligro, maniatada y amordazada en un oscuro sótano mientras el repelente de Spencer explica los razonamientos de sus conjeturas al resto del equipo y comienzan a sacar sus conclusiones sobre el sudes, resultando que aciertan más que Sandro Rey en sus predicciones, lo cual tampoco es tan meritorio.



Hablando de Sandro Rey..., recientemente he descubierto que a veces incluso he llegado a hacer zapping durmiendo porque ya no es solo que la víctima sea otra, no, es que ahora soy capaz de dormirme con las conjeturas de Mentes Criminales y despertarme con las predicciones exactas de mentes retorcidas.

Me temo que mi paso siguiente va a ser volver a Bones... Supongo que ya ha pasado el tiempo suficiente como para haber borrado de mi memoria los correspondientes capítulos de sus ocho temporadas completas. Aunque, no sé..., digo que no sé si emiten todos los capítulos de todas las temporadas o solamente el de la calavera que cae sobre la luna delantera del coche de unos jóvenes que se han pasado un pelín con la droga y el del padre de Huesos cuando está en la cárcel y no puede tener árbol de Navidad.



Creo que ya entiendo porqué termino siempre mi recorrido zappinístico viendo a Sandro Rey o a Silvia Raposo, es que me parece que ellos aún no se repiten (¡qué poder de invención!), aunque yo pienso que es cuestión de días nada más; en cuanto ellos se den cuenta de que, con toda libertad, pueden grabar sus capítulos y distribuirlos por temporadas, la cosa empezará a funcionar como cualquier serie; lo de las llamadas telefónicas como al fin y al cabo solo son un cebo para estafar y ya sabemos que se puede uno quedar colgado del teléfono in eternum y lo mismo da que la conversación que sale en antena sea real o de atrezzo. Además..., qué inútiles, ¿cómo no han explotado todavía la trama básica en la que un Sandro Rey, por ejemplo, le tirase los tejos a Silvia Raposo ("¡ay qué bonica!") durante una temporada de 20 capítulos y hubiera que esperar a la temporada siguiente para enterarnos de que aquel romance que parecía inminente se ha ido al traste porque Montse Anglada da unos besitos muy lindos?



Bendiciones...

V. E.

domingo, 20 de enero de 2013

Dexter - Final temporada 7


" Susrprise, motherfucker "   



Este comentario lo escribí después de mi fantasía sobre ese imaginario final de Dexter, que publico a continuación, y después de conocer, por fin, justo al día siguiente de su estreno en Estados Unidos (16 diciembre 2012), el final de la séptima temporada, tan o más sangrienta que nunca y yo diría que más trágica si cabe que cualquier otro capitulo de cualquier temporada de Dexter:

Cartel Dexter temporada 7 por Ty Mattson




Sí, ya por fin conocemos el final de la (al parecer) penúltima temporada de Dexter. Acabo de verlo y casi ni reacciono, me ha dejado con la respiración entrecortada, totalmente sobrecogida. Ha sido algo completamente inesperado, sorprendente y que realmente tiene el poder de cambiar muy profundamente a los protagonistas y sus relaciones. De hecho, esta séptima temporada, ya desde su comienzo, marcó importantes pautas en las vidas y en las personas de sus protagonistas. Algo dejó de ser como era y lo trastocó todo. Fue como una iniciación o como si alguien hubiera perdido su virginidad. El código de Harry dejó de tener vigencia y se hizo necesario pasar por encima de sus normas. Las implicaciones de Dexter ampliaron horizontes, saltaron fronteras y llegaron a afectar a algunos de los personajes que, de algún modo, parecían inmunes a los crímenes de Dexter. Dicho coloquialmente, la cosa se salió de madre; sus asesinatos se le han ido de las manos, y las consecuencias, mucho más.

El capítulo 12 de la temporada 7 de Dexter, Susrprise, motherfucker, realmente impacta y de alguna manera nos cambia también a los espectadores, provoca una reacción en nosotros que nos hace plantearnos muchas cosas, que nos hace cuestionarnos a nosotros mismos, que nos interroga sobre quiénes somos realmente y nos hace detenernos a pensar si de veras nos conocemos.

El final de la temporada está representado, dado el paralelismo de su coincidencia temporal, por ese gran final que es el del año que acaba, con esa gran fiesta que solemos celebrar en Nochevieja, que significa a la vez un final y un comienzo, que nos prepara para la llegada de otro año que no sabemos cómo será, de un “año nuevo”, sobre el que podemos tener expectativas, deseos, ambiciones, pero que no podemos saber realmente qué nos traerá.
Y eso es lo que premoniza este trágico final de la temporada 7, que termina, como cualquier gran evento, con un estrepitoso y colorido castillo de fuegos artificiales. Ante todo, la fiesta, el colorido, la luminosidad, las apariencias, la ocultación del dolor, de la miseria, de la maldad; el triunfo del brillo, que deslumbra impidiendo ver la cruel realidad.

Pero una se pregunta, ¿es posible que haya sucedido lo que ha sucedido?, ¿y qué vendrá después?. ¿O este final es tan final que es capaz de acabar con todo, con toda posibilidad de futuro?. Este final de temporada (sabemos que hay preparada una siguiente, la octava) llega a hacernos pensar que no hay futuro...
Y esta reflexión me lleva a ese otro paralelismo, el del fin del mundo, sí, ese que, según el calendario maya, tendrá lugar en pocos días, y es que, viendo las últimas imágenes del último capítulo de la, por el momento, última temporada de Dexter, no puedo evitar hacerme el planteamiento de que, en estas Navidades, papá Noel nos traerá el “fin del mundo”, que este fin de año será el final definitivo, porque, de no ser así, ¿qué va a ser de Dexter, Debra y Harrison? Parece que un “fin del mundo” es la única posibilidad de salvación.

Pero bueno, yo prefiero tomarlo con humor y, con siguiente próxima temporada o no, con final de la séptima o no, yo he dejado volar mi imaginación antes de conocer el desenlace y he creado el que seguramente a mí me gustaría. Cualquier parecido con el desenlace real será pura coincidencia; así que no temáis, que los spoilers no harán daño a nadie.

V. E.



Dexter - Ensalada mixta de spoilers




 


Dexter

(capítulo imaginario)


Ensalada mixta de spoilers”



Al fin LaGuerta, María Esperanza del Alma, La Lagartona, descubre el pastel. Porque esta señora, por mucho aspecto de madame de putiferio, ricachona venida a más o marujona de chalet de lujo que tenga, todo ello combinado al más puro estilo culebrón venezolano por muy cubana que sea ella, ante todo es una profesional, aparte de trepa, de lo más fría y calculadora, y sabe hacer su trabajo.



¿Quién había dicho que Lagarta es tonta? Para nada. Ella hace sus deberes bien hechos. A pesar de que dé la impresión de que ocupa todo el santo día en ocuparse de ella misma (valga la redundancia), de que se tire horas haciendo spining (de no ser así estaría como una foca), o saliendo a diario, recompuesta y peripuesta, del programa Tu estilo a juicio, ella no pierde el tiempo en esas banalidades, no, solo se toma su Activia 0 antes de ir a la cama y al día siguiente ya está como una rosa para ir a trabajar, vestida, makeada, repeinada, entaconada y con todo su oro colgado.

Pero vayamos al tema que nos ocupa. Lagarta ya se ha dado cuenta de que tiene que ir por libre, que con la lieutenant no puede contar, ya que nunca va a llegar a nada, porque la lieutenant, pobrecita, desde bien niña, desde que el niñito Dexter llegó a su casa para ser su hermanito, ella pasó a ocupar un segundo lugar que siempre la acompañará a donde vaya. Y no sería tan malo lo del segundo lugar, pues hay mucha gente que viene ocupando el tercero, cuarto, quinto y hasta el vigésimo segundo, como nuestro resignado Pedro de la Rosa. Pero este hombre lo lleva muy bien, ella no, ella es una desgraciada, porque siempre se enamora de quien no debe, y lo sufre todo tanto, lo vive todo tan profundamente, pero es que hay que reconocer que todo lo peor le pasa a ella.

Y ahora, una vez que se ha dado cuenta de que está enamorada de su hermano, ¿cómo va ella a poder denunciarlo? ¡Eso es imposible!. Pero si siempre lo protegió desde pequeño, si siempre dio la cara por él, si siempre se sacrificó por él... Y es que ella se ve a sí misma como un personaje de tragedia griega... ¡Enamorarse de su propio hermano!, bufff, ¡¿cómo ha podido caer tan bajo?! No, ¡por Dios!, no seamos tan mal pensados..., si es que nos encanta eso de enjuiciar a los demás. Si ni siquiera son hermanastros... Bueno, no sé, en realidad no sé cómo se llama el parentesco entre dos niños que son hijos de una misma pareja de padre y madre pero uno de ellos es adoptivo, vamos, que no llevan ni una gota de sangre que se parezca, nada de ADN en común, nada de herencia genética compartida, nada de nada; si ustedes les encuentran algún rasgo físico parecido es por aquello de que con el roce todos acaban pareciéndose. Eso pasa hasta en las mejores familias, yo he conocido un montón de parejas de novios eternos que parecían totalmente hermanos, por no hablar de todos aquellos que tienen los mismos rasgos faciales que su perro.

O sea, que las familias reales (no me refiero a verdaderas sino a monárquicas), entre parentescos de primos, se acogen al lema “cuanto más primo más me arrimo”, y no les importa casarse entre ellos y procrear hijos tontitos, y ahora, Debra Morgan, la lieutenant, se anda con estos escrúpulos...
Pero hija..., si lo que te pasa es que estás confusa..., ¿todavía no te has dado cuenta de que lo tuyo solo es amor fraternal desinteresado, de ese que te inculcaron desde pequeña, desde que entró Dexter en tu casa y lo colocaron delante de ti para siempre haciendo que todo girara alrededor suyo? ¿No te has dado cuenta de que la psicóloga, como buena psicóloga, lo que quería era confundirte para...?, bueno, ya se sabe para qué, para no quedarse sin trabajo.

Y volviendo a las pesquisas de Lagarta, ella, que es tan cuca y se da cuenta de las limitaciones de su lieutenant, ha tenido que buscar ayudas en otro lado. Ay Debra, qué poquita cosa eres a pesar de lo heroína, osada y lanzada, pero no piensas... Resulta que inhumas un cadáver y aparece en los puros huesos y tú te ahogas en un vaso de agua, ¿y qué querías, hija?, ¿acaso pensabas que se iba a estar alimentando de raíces y de gusanos?, pero si estaba muerto, y los muertos no comen.
Ahora te encuentras frente a un esqueleto y ya no sabes qué hacer, ya no puedes comprobar si lo envenenaron en vida o murió de un infarto...¡Pues llama al Jeffersonian...! es que no tienes recursos, ¡a Huesos, hija, que para eso está!.

Pero Lagarta sí que sabía a quien acudir... Bueno, ya sabemos que a ella le gustan más latinos y morenazos, pero si se presenta la ocasión tampoco le va a hacer ascos a un pelirrojo. Así que, ni corta ni perezosa, se ha hecho la encontradiza con Horatio, el de CSI, por supuesto, que ella sabe dónde buscar.

Total, ¡la tragedia ha hecho su aparición!. Dexter, por fin, está detenido y acusado en toda regla de ser un asesino en serie. ¡Qué desgracia, Dios mío!, la de bocas que se van a quedar sin alimentar, la de corazones rotos que van a sufrir, la de criminales sueltos que se van a quedar en la calle haciendo de las suyas, la de asesinos impunes...

El primero que sufre un shock, yo diría que anafiláctico (no porque venga al caso sino porque me parece que suena bien), es el bueno de Ángel Batista... Ahora que había encontrado su verdadera vocación, ahora que se sentía en su salsa, nunca mejor dicho, como flamante propietario de un restaurante familiar que comenzaba a ir viento en popa, el pobre ha cogido una depresión de esas que son para toda la vida.
Y claro, en consecuencia lógica, el restaurante ha comenzado a irse a pique..., ya nadie es capaz de regentarlo como Dios manda. Las lechugas de la ensalada, marrones, las patatas carbonizadas, la carne hecha chicle, el pescado como recién pescado (de nuevo valga la redundancia), pero no en el mar sino en algún contenedor de basura... Y los empleados..., unos que no se hablan, se comunican tirándose de los pelos, otros que lo hacen a gritos, y los que quedan, con la cara llena de tiritas y algún que otro brazo en cabestrillo.

Pero, menos mal que existe Lagarta, que, sin que se le mueva un solo pelo, es capaz de encontrar solución para todo. Ni corta ni perezosa, y a pesar de que se está tirando a Horatio, ha contactado con el chef Ramsay... Bueno, un problema menos.

Como no podía ser de otra manera y como buen compañero de equipo, como un fiel Massa es de Alonso, o un harto Webber lo es de Vettel, el oriental Masuka, el calvito, también está sufriendo lo indecible. Pero ¿cómo no ha sido capaz de darse cuenta antes...? hubiera podido ayudar a Dexter, pero es que no se había dado cuenta de nada, lo último que hubiera pensado de su compañero es que era un asesino en serie, vamos, que jamás hubiera apostado por ello aunque él mismo lo hubiera visto cometer uno de sus crímenes. Por el momento, a lo que yo sé, está planteándose hacerse el harakiri; total, un poco más de sangre... Ah, pero no, es un personaje tan simpático..., no puede acabar así, ¡que alguien lo salve!


Por supuesto, ¿qué es eso de quitarse la vida? Aún le queda mucho por hacer, debe ser útil a la sociedad, hacer de tripas corazón y sacar el valiente macho que lleva dentro, y para eso ha venido a rescatarlo el mismísimo Chuck Norris, el sin par Texas Ranger, el Walker Texas Ranger auténtico, que no duda en iniciarlo en la disciplina de las ancestrales artes marciales orientales, enseñarle sus mejores llaves de defensa personal y convertirlo en un verdadero guerrero ninja.

Al que se le va a caer el pelo es a Quinn. Si en el fondo no es mal tío, pero, joder, ¡es que mete tanto la pata! Hombre, lo suyo no es tan grave como lo de Dexter, pero un buen paquete sí le va a caer y una patá en el culo que lo sacará despedido de Miami Metro a buen seguro. Pero lo de Dexter, naaa, eso a él ni le inmuta, yo hasta pienso que se alegra, ya saben todos que Dexter no era santo de su devoción.

En cambio, la pobre Debra es la que ya no levantará cabeza el resto de su vida... No, la lieutenant Debra Morgan, hija de Harry Morgan, hermana adoptiva de Dexter Morgan, tiíta de Harrison Morgan, irá a parar con sus huesos (los suyos, no los del cadáver que inhumó) al sanatorio psiquiátrico de Shutter Island, de donde ya no saldrá jamás.




Pero ¿qué va a ser de los pobrecitos Harrison, Cody y Astor? tan desamparados que quedan ahora que sus abuelitos están enfermos y muy mayores y no tienen fuerzas para ocuparse de ellos.
¿Se convertirá Astor en una drogadicta? o/y, lo que es peor, ¿en una prostituta? Y Cody, tan buen niño que parecía ¿qué será de él? ¿se dedicará a asaltar bancos o más bien fundará uno para asaltar a los contribuyentes? Y qué decir de Harrison..., seguro que lleva los genes de la psicopatía.

Pero ahí está Lagarta, que ha pensado en todo; como estos niños están acostumbrados a viajar y a ir de un lado a otro, van a parar a Asistencia Legal de Pittsburgh, una pequeña ciudad del condado de Allegheny, allá por el estado de Pensilvania. No, Transilvania no, Pensilvania, bastante lejos de su casa pero nada que ver con la del conde Drácula; pero en lo de la Asistencia Legal hay gente muy maja, seguro que allí les solucionan sus vidas.

Astor, que es ya más que adolescente y pinta curvas y ademanes de mujer y ya no es capaz de soltar el porro ni para dormir, ¿logrará seducir al bueno de Nick y lo hará perder la condicional por introducirle de lleno en el sórdido mundo de la droga? o, por el contrario, ¿la chica caerá en el regazo de Burton, el anciano padre Fallin que, ante la frustración de no haber procreado una hija, se empeñará en adoptarla?

Cody..., pobrecito..., como es tan mono, seguro que Laurie Solt se lo lleva a participar en un desfile de modelos infantiles de esos que le gustan tanto y donde las criaturitas tienen tantas posibilidades de ser acogidos por familias estupendas.

Lo malo es que Harrison ya lleva incipiente la semilla del parricidio (marricidio diría yo más bien en este caso) y tiene sed de sangre maternal... ¡Pobre Lulú! Estaba cantado que su instinto maternal exacerbado no la conduciría a nada bueno, sin remedio caerá en las garras del pequeño y temible Harrison.


Sí, me cuentan que ya ha salido hacia el aeropuerto de Pittsburgh, en su avión particular, desde su cuartel general en Quantico, estado de Virginia, el equipo de Unidad de Análisis de Conducta del FBI... ¡Pobre Harrison! Ya no tiene escapatoria, con lo pequeño que es aún... Estoy segura de que, el implacable fiscal Benjamin Stone, pondrá a todo el pueblo contra este pequeñín y se empeñará en juzgarlo como si fuera un adulto y, por mucho que se oponga la abogada defensora, Shambala Green, se las arreglará para lavar el cerebro de todos y cada uno de los miembros del jurado y, sin remedio, lo declararán CULPABLE. Brrrrrrr, me dan escalofríos cuando pienso en esa palabra...
Pero es que..., ¡madre mía!, estoy viendo las fotos que tienen clavadas en el panel del cuartel de Quantico y ¡qué horror!, ¡qué carnicería!, supera con creces a las de papá Dexter. Porque lo dicen su ADN y una muela que le ha quedado intacta, si no, es imposible reconocer a Lulú. Tanto que prometía esa chica, tan trabajadora, tan emprendedora, tan responsable ella...¡Pobre Lulú!


Pero este horrendo crimen ha provocado daños colaterales, Penélope García no ha podido resistir la visión de tal horror, que supera en mucho la que ve a diario cuando ella misma se pone ante el espejo una vez se ha colgado todos los adornos del árbol navideño. Si no fuera por su incondicional Dereck Morgan... (no, no me he equivocado, éste es Dereck, no Dexter, y, al menos, que yo sepa, no son familia, ni siquiera de su hermana o hermanastra, éste no creo que se termine pareciendo a ellos ni con el roce); bueno, como decía, este buen chico hace lo inimaginable por subirle la autoestima a Pe, no la Cruz sino la García (la “preciosa”), que aunque ésta es más norteamericana auténtica, tiene un apellido más español que la otra, y si por Dereck fuera, se metería en su cama solo por subirle la moral a la chica.


Pero la pobre no ha podido sobrellevar la visión del macabro ensañamiento cometido por el pequeño Harrison en la persona de Louise Archer, Lulú para los amigos, y se ha tirado 20 horas seguidas vomitando, cabeza dentro de su WC, por lo que ha perdido otros tantos kilos, a kilo por hora vomitada, total, ahora se encuentra en un estado crítico a mitad de camino entre la anorexia y la bulimia. Pero no se preocupen, ella, ante todo es una gafapasta como Dios manda, una friky de la informática (lástima que mataran en su día a Louis Greene, el novio de Jamie Batista, la hermana de Ángel y canguro de Harrison, habrían hecho muy buena pareja, ¿no creen?) y ella no va a dejar tirados a los de su equipo, faltaría más, a eficiente no hay quien la gane.

 

Por fin ha llegado el momento, Dexter se enfrenta, ante la estupefacción de todos los que le quieren y hasta de los que le odian, a la temible silla ecléctica. A no..., me dicen que es eléctrica..., es que yo creía que se llamaba ecléctica porque no tiene un estilo definido.

Solo un milagro..., una ayuda bajada del cielo, será capaz de conseguir librar a nuestro asesino en serie más querido de la silla ecl, digo, eléctrica.
Dicho y hecho. De repente, los allí reunidos, con estupor ante el sonido chirriante que produce, ven descender del mismísimo cielo un artilugio azul, de ese azul profundo del atardecer mediterráneo, también llamado azul Klein, en forma de cabina telefónica de policía británica.


¡Todo solucionado...! por fin Dexter Morgan dejará este mundo terrenal en el que ha sido un incomprendido para dedicarse a surcar espacios celestiales y poder matar a gusto, a diestra y siniestra, a todo tipo de seres nacidos en cualquier galaxia y en cualquier época, ya sea del pasado, del presente o del futuro, desde los malvados daleks, a los que, sin duda, ex ter mi na rá, hasta los peligrosos ángeles llorones, pasando por los hieráticos cybermen o los escurridizos silents... y quién sabe si no será capaz también de cargarse a la paradójica River Song, o Melody Pond, como prefieran, porque no nos olvidemos de que ella, también, es una asesina.


-”Ai am de doctae, and yu?”


-”Ai am Morgan, Dexter Morgan y trabajo para Miami Metro. Doctae ju?”




Epílogo

Alex Drake”

Dicen que Dexter dex ter mi nó a unos cuantos dalecks y que se cargó a 37 silents (lo sé porque son 37 las marcas que en la actualidad lleva en su antebrazo izquierdo) en algunos de sus viajes intergalácticos acompañando al Doctor en su Tardis.

Ahora les ha llegado el momento de tomarse unas pequeñas vacaciones y el Doctor ha decidido darse un paseíto por un pasado no muy lejano de Londres, concretamente por el Londres de los 80s del añorado siglo XX.

Como la Tardis tiene ese mecanismo tan inteligente y se encuentra en un estado tan óptimo que siempre atina el lugar y el minuto exacto donde aterrizar, en esta ocasión lo hace justo en medio de un tiroteo. Dexter y el Doctor corren a guarecerse entre los árboles de Hyde Park mientras ven salir de un Audi Quattro, con actitud chulesca, altanera y amenazadora, a un hombre ataviado con un abrigo color camel, corbata desañilada, guantes negros y botines en punta, que le dedica unas frases de contenido machista y estilo irónico a una mujer joven de aspecto frágil pero resuelta, de vivarachos ojos expectantes, que esconden un halo de profunda nostalgia. La chica, de pelo castaño oscuro alborotado, vestida con unos pitillos negros, una cazadora blanca como la nieve puesta sobre una camisa roja y un par de salones rojos de tacón afilado, intenta escapar del fuego cruzado procurando pasar desapercibida, sin conseguirlo, claro.


Dexter y el Doctor se apresuran a salvarla aun a riesgo de sus propias vidas, pero ella, que es agente de policía y una gran profesional, en lugar de dejarse salvar, va y los detiene a ambos mientras el otro, el malasombra, se apaña como puede con los cacos.

Una vez todos en la comisaría comienzan las discusiones, los dimes y diretes, las malas caras, los “yo te dije” o los “tenías que”, las insinuaciones de tono machista fuera de lugar, la chica policía morena del uniforme azul marino que sale en defensa de la de la chupa blanca, su novio, el rubio guaperas del tupé pero que no vale un pijo, que se une al bando machista, el de las entradas y pelo rizado, que nunca está conforme con nada y siempre que abre la boca mete la pata, y el jefe, el del abrigo camel y los botines horteras, que pretende calmar el gallinero pronunciando un taco dos tonos más altos de lo normal y dando a su vez un golpe en la mesa, y lo consigue, vaya si lo consigue, y es que el hombre tiene un aspecto que hace temblar, aunque luego resulta que no es nadie, que tiene un corazón de los blandos y pierde los calzoncillos y hasta las babas por la del pelo alborotado y la cazadora blanca.

Dexter y el Doctor no tardan mucho en darse cuenta de que la chica no pertenece a esa época y la intentan convencer para sacarla de allí y llevarla en la Tardis al lugar que le corresponde. Pero las cosas no son tan fáciles... Mientras el jefe toma su café y reparte órdenes, Alex, la joven en cuestión, que escenifica un interrogatorio con los dos presos, lo que hace en realidad es intercambiar sus experiencias de vida con las de ellos. Casualmente ella, al igual que Dexter, no puede regresar a su lugar y momento actual porque, como él, está sentenciada a muerte. No, no es que a ella la hayan condenado también a la silla ec eléctrica, es que, en su vida real está en coma debido a un balazo que recibió en la cabeza, debatiéndose entre la vida y la muerte, de manera que su única escapatoria es la de vivir en el pasado, pues, si regresara al presente, podría morir en un futuro.

Pero lo cierto es que hace ya tiempo que en la Tardis no viaja ninguna fémina y el Doctor ya está un poco cansado de compartir aventuras con un psicópata que siempre está sediento de sangre, de manera que, entre ambos, convencen a la chica para que los acompañe durante una temporadita. Así que, en un despiste del jefe Hunt, Alex Drake se enrola en la Tardis para vivir muchas más aventuras de las que allí metida, en un cuchitril de comisaría de barrio londinense a principios de los 80, le serían permitidas. Y es que ella, tan voluntariosa como resignada, tan comprensiva como intransigente, tan apasionada como nostálgica, se merece eso y mucho más.

Así, durante el recibimiento, cuando el Doctor le hace los honores y le explica el funcionamiento de la Tardis mientras ella mira, remira y admira el extraordinario espacio interior de la misma, es el momento oportuno de que Dexter tenga uno de esos bis a bis con su difunto padre, en el que intercambia con él sus pensamientos más profundos, sus insalvables dudas, los ocultos deseos de su oscuro pasajero, mientras el fallecido le da unos cuantos consejos gratuitos.

-¿Por qué su hermana no será como Alex Drake...? tan femenina y a la vez tan valiente y resuelta, tan audaz que es capaz de llevarse de calle a todos sus compañeros de la comisaría incluido el jefe, con esos ojos tan pícaros y su aire ochentero, que con tanto orgullo lleva. Es que su hermana, vale que sea valiente, pero no tiene nada de mano izquierda, ni siquiera es femenina y sin embargo, tan enamoradiza, que siempre acaba víctima de quien menos la merece. Pero Alex..., se las sabe todas para manejar tanto a policías como a delincuentes; eso, claro, cuando no le dan esos delirantes chungos que la sacan de su estado cuerdo y la transportan a mundos paralelos sin necesidad de Tardis; pero, cuando está bien, ¡hay que ver lo bien que está!

Claro que su hermana hace bien en vestir discreta y de oscuro, no es cuestión de ir de blanco por la vida con la de maleantes que hay en Miami. ¿Será que a los británicos les importa más su atuendo que su vida? Porque, mira al Doctor, no se quita la pajarita de su garganta ni para dormir.



-Dexter, vuelve al mundo consciente, que emprendemos de nuevo la marcha y esta vez llevamos una compañera como así lo indican las buenas costumbres tarderianas.

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Spin-0ff

La mano”


Quería contarles algo en lo que quizás ustedes no habían recapacitado en su momento... Recordarán, supongo, aquella famosa mano que circulaba de mano en mano (lo mío son las redundancias, disculpen de nuevo) desde la comisaría de Miami Metro hasta una web de ventas por Internet, donde un caprichoso Louis Greene adquiere para hacerla formar parte de su colección de frikadas, y que luego termina enviando, envuelta como regalo sorpresa, a casa del mismísimo Dexter, la cual era una prueba importante en la investigación del asesino del hielo. Sí, la mano de las uñas pintadas en diferentes colores..., como las solía llevar Laura Moser... ¿Ya caen? Pues bien, resulta que entre tanto lío, entre tanto ir y venir de unos y otros, entre tanto viajecito de la Tardis, corriendo peligro de tropezarse con alguna grieta de esas de las que, si la atraviesas, vaya usted a saber dónde apareces, desde un universo paralelo, pasando por un túnel del tiempo, hasta caer en la nada más absoluta o en el cuarto de baño del vecino del segundo, aunque la casa donde vives no haya tenido nunca más de un solo piso. En fin, ya saben, que por una de esas grietas se podría desaparecer para siempre...

Bien, cuando Lagarta reinició su investigación sobre el carnicero de la Bahía sospechando de Dexter, esa mano volvió a adquirir una gran relevancia. Lagarta logró encontrarla y pidió a Horatio que la analizaran en sus laboratorios del C.S.I., comprobando que, en efecto, se trataba de la misma mano que habían recabado como prueba en el caso del asesino del hielo, cuya desaparición de entre los archivos policiales a Lagarta le hizo enderezar sus antenas y fijar su atención en tal suceso, lo cual le sirvió para afianzar sus sospechas sobre Dexter, ya que había averiguado que ambos, Dexter Morgan y Brian Moser (Ruddy), el asesino del hielo, eran hermanos, hijos de la confidente de Harry, Laura Moser, y que los dos habían sido testigos presenciales del brutal asesinato de su madre.

Avancemos un poco en el tiempo. Dexter ha logrado escapar de la silla ecl, perdón, eléctrica y sabemos que su inseparable compañero de análisis de sangre, el simpático y tontorrón Masuka, ha pillado una depresión de padre y muy señor mío; es en ese momento cuando está planteándose lo del harakiri, recordando los buenos momentos, recordando lo misterioso y callado que era a veces, bueno, siempre, Dexter, recordando también los deliciosos donuts que les solía llevar por las mañanas al departamento, recordando tantas y tantas vivencias..., sus propias bromas, que a nadie de allí hacían gracia, sobre sexo y tías buenas... Pensando en tías buenas..., ¡aquella becaria que estaba tan buena!, ¡fue ella quien robó la mano! Y... esa mano..., misteriosamente había vuelto a su laboratorio.
El calvito no hacía más que darle vueltas a su cabeza con todos esos datos combinados con su idea de quitarse la vida (antes de que Walker llegara para redimirlo, claro), así que, de repente, ante la aparición de la Tardis, se le encendió una lucecita, si Dexter iba a ser un prófugo de la justicia viajando “hasta el infinito y más allá”, debería desaparecer con él esa prueba que, sin duda, lo inculpaba tanto como al del hielo, por si acaso algún día tuviera Dexter que volver a enfrentarse a los tribunales de justicia; y, ni corto ni perezoso, introdujo la mano en la Tardis.





Aquí es donde da comienzo una de las mayores confusiones en la historia de los culebrones, en la que interviene directamente el enamoradizo capitán Jack Harkness, ¿le recuerdan?, el inmortal y omnisexual director de Torchwood. Jack, en uno de sus encuentros con el Doctor, cuando ya éste es acompañado por Dexter, curioseando por ahí, descubre la existencia de la famosa mano del asesino del hielo; pero él, que no conoce esa historia para nada, cree que se trata de una mutación de la otra famosa mano, la del Doctor, que suele llevar con él en la Tardis cuando no es que la tiene el propio Harkness en su cuartel de Torchwood, allá por Cardif, UK. Lo primero que llama la atención de Jack es el colorido de las uñas, sí, le sorprende muy gratamente y piensa cómo no se le ocurrió a él antes hacerse tan estupenda manicura, pero recapacita y es entonces cuando comienzan sus auténticos desvaríos al sospechar que se trata de una mutación de la mano del décimo Doctor. En fin, sea cual fuere el origen de esa mano, debía ser estudiada de inmediato por la agencia Torchwood, así que, sin pensarlo dos veces, la sustrae de la Tardis sin que nadie se aperciba de ello.

Una vez en Torchwood la cosa se complica. A estos valientes agentes, tan acostumbrados a devolver la vida a cuanto moribundo se les ponga por delante y a reparar cualquier parte o miembro de todo cuerpo, humano o no, se les presenta un caso en el que a una alienígena le es amputada una mano accidentalmente. Sin pérdida de tiempo, con su eficacia acostumbrada, la sacrificada y generosa agente Wen Cooper, traslada sin dilación el cuerpo de la alienígena hasta el laboratorio de Torchwood donde Owen y Toshiko (no, éstos no han resucitado, simplemente es que, por mor de los viajes en el tiempo, todavía no han muerto), como decía, Owen y Toshiko comienzan la cirugía de implante de mano. Bueno, hay un pequeño detalle que he obviado, pero no tiene demasiada importancia, la mano que la alienígena ha perdido es la derecha, mientras que la del asesino del hielo es la izquierda (¿o viceversa?), pero ustedes convendrán conmigo en que eso es una menudencia que no ha de afectar a la funcionalidad de los miembros superiores de la alienígena.

Pero no sabía ella que el mayor de sus males no era que le fuera sustituida su mano derecha por una izquierda, no, lo que menos sospechaba es que al despertar de la anestesia se encontraría junto a una enorme vaca lechera que le pasea su hermosa lengua por el rostro.


A estas alturas en que ustedes ya están familiarizados con traslados en el tiempo, apariciones y desapariciones y grietas espacio-temporales, no les sorprenderá que les cuente que la pobre alienígena, durante su operación de mano, es absorbida por una de esas grietas, de manera que, cuando la lengua de la vaca, con su cosquilleo y sus húmedas caricias la hacen despertar, es sorprendida por una voz masculina que le pide perdón por su repentina ausencia ya que ha debido ir a vaciar su vejiga con extrema urgencia después de una inesperada erección, producida no por la visión de su cuerpo desnudo (el de la alienígena) sino por el mal funcionamiento de su próstata (la de él). La alienígena, con cara de empanamiento, piensa “¿y a mí qué?”. En esto, una dulce voz femenina intenta contemporizar (si es que tal cosa es posible en estos escenarios) y dirigiéndose al de la erección, le espeta: “pero Walter, no la aturulles, ¿no ves que está despertando de la anestesia?”.
Pero, cuando llega Olivia, se toma un disgustazo fenomenal y, hecha una energúmena contra Walter, al que ya no sabe cómo coño controlar, le ordena que a la alienígena de la mano de las uñas de colores hay que devolverla de inmediato a su lugar de origen, que él no es quién para haberla traído sin su consentimiento a su laboratorio, que este desmán podría provocar una guerra entre Torchwood y Fringe; que se las apañe como pueda pero la alienígena deberá estar fuera de allí antes del mediodía.



Más sorpresas y encuentros inesperados”


Parece que a Alex Drake le está sentando bien ese viajecito que ha emprendido en compañía del Doctor y de Dexter. Alex se ha convertido en el ojito derecho de ambos, que la tratan como a una reina y compiten por otorgarle sus favores, y, después de todo, con lo buena chica que es, vamos, que no ha matado a nadie, al menos con alevosía, nada tiene que temer de Dexter.
Entusiasmada en medio de esos periplos por el ancho espacio universal, ya casi olvidada de sus compañeros y compañera, de su malhumorado jefe Hunt y yo diría que hasta de su propia hija, un buen día se tropiezan con un extravagante ser intergaláctico a quien llaman “the Master” y, como respuesta a un leve cosquilleo en su memoria, comienzan de nuevo a sobrevenirle esa especie de visiones alucinatorias o recuerdos imprecisos que la sacan de sí y la trastornan tanto.

Ese rostro..., le resulta tan familiar. Evidentemente no tenía por qué conocer a aquel histriónico personaje de malévola apariencia y peores intenciones que hostiga sin tregua al Doctor, pero su cara..., apostaría lo que fuera a que ya lo conocía de antes.

De repente, durante el sueño de una tranquila noche de un verano cualquiera, Alex se despierta sudorosa y sobresaltada... Ahora sí estaba segura, ¡segurísima!, en sueños había vuelto a ver el rostro de aquel hombre y ya no tenía ninguna duda, se trataba de Sam Tyler, el desaparecido Sam Tyler, que tantos quebraderos de cabeza le ha provocado a ella, el de la vida en Marte, que, por lo visto, cansado de tanto hombrecito verde, había decidido salir de las fronteras marcianas y se había convertido en un auténtico Time Lord y, dominado por una ambición desmedida, se había erigido en el todopoderoso “the Master”.


Estaba Alex Drake tratando de poner en orden sus pensamientos y recuerdos cuando, en una especie de antiguo gramófono perteneciente al Doctor, comienza a sonar la famosa canción de Bowie, Life on Mars
 

“Es un pequeño asunto de Dios

a la chica con el pelo de ratón,

pero su mamá está gritando NO

y su papá le ha dicho que vaya,

pero a su amigo no lo encuentra en ningún lado,

ahora ella atraviesa su sueño

hundida en el asiento con la vista más clara

y está conectada a la pantalla plateada.

Pero la película es triste y aburrida

porque ella la ha vivido diez veces o más.

Ella podría escupir en los ojos de los tontos

mientras le piden que enfoque


Navegantes peleando en la pista de baile

Oh, hombre!! mira aquellos cavernícolas danzando,

es el show más extrafalario.

Mira al abogado

pegándole al chico equivocado

Oh, hombre!! te preguntas si él sabrá

que está en el mejor show publicitario

¿Hay vida en Marte?


Estás frente a la torturada América,

aquel ratón Mickey ha crecido y es una vaca.

Ahora los obreros han dado un golpe por la fama

porque Lennon está en venta de nuevo.

Mira los ratones en millones de hordas,

desde Ibiza hasta Nortbolk Broads.

La Gran Bretaña no tiene límites

para mi madre, mi perro y los payasos.

Pero la película es triste y aburrida

porque la escribí diez veces o más.

Está a punto de ser escrita de nuevo

mientras te pido que enfoques


Navegantes peleando en la pista de baile...

...¿Hay vida en Marte?”


V. E.