Dexter
(capítulo imaginario)
“Ensalada mixta de
spoilers”
Al fin LaGuerta, María
Esperanza del Alma, La Lagartona, descubre el pastel. Porque esta
señora, por mucho aspecto de madame de putiferio, ricachona venida a
más o marujona de chalet de lujo que tenga, todo ello combinado al
más puro estilo culebrón venezolano por muy cubana que sea ella,
ante todo es una profesional, aparte de trepa, de lo más fría y
calculadora, y sabe hacer su trabajo.
¿Quién había dicho que
Lagarta es tonta? Para nada. Ella hace sus deberes bien hechos. A
pesar de que dé la impresión de que ocupa todo el santo día en
ocuparse de ella misma (valga la redundancia), de que se tire horas
haciendo spining (de no ser así estaría como una foca), o saliendo
a diario, recompuesta y peripuesta, del programa Tu estilo a
juicio, ella no pierde el tiempo en esas banalidades, no,
solo se toma su Activia 0 antes de ir a la cama y al día siguiente
ya está como una rosa para ir a trabajar, vestida, makeada,
repeinada, entaconada y con todo su oro colgado.
Pero vayamos al tema que nos
ocupa. Lagarta ya se ha dado cuenta de que tiene que ir por libre,
que con la lieutenant no puede contar, ya que nunca va a llegar a
nada, porque la lieutenant, pobrecita, desde bien niña, desde que el
niñito Dexter llegó a su casa para ser su hermanito, ella pasó a
ocupar un segundo lugar que siempre la acompañará a donde vaya. Y
no sería tan malo lo del segundo lugar, pues hay mucha gente que
viene ocupando el tercero, cuarto, quinto y hasta el vigésimo
segundo, como nuestro resignado Pedro de la Rosa. Pero este hombre lo
lleva muy bien, ella no, ella es una desgraciada, porque siempre se
enamora de quien no debe, y lo sufre todo tanto, lo vive todo tan
profundamente, pero es que hay que reconocer que todo lo peor le pasa
a ella.
Y ahora, una vez que se ha
dado cuenta de que está enamorada de su hermano, ¿cómo va ella a
poder denunciarlo? ¡Eso es imposible!. Pero si siempre lo protegió
desde pequeño, si siempre dio la cara por él, si siempre se
sacrificó por él... Y es que ella se ve a sí misma como un
personaje de tragedia griega... ¡Enamorarse de su propio hermano!,
bufff, ¡¿cómo ha podido caer tan bajo?! No, ¡por Dios!, no seamos
tan mal pensados..., si es que nos encanta eso de enjuiciar a los
demás. Si ni siquiera son hermanastros... Bueno, no sé, en realidad
no sé cómo se llama el parentesco entre dos niños que son hijos de
una misma pareja de padre y madre pero uno de ellos es adoptivo,
vamos, que no llevan ni una gota de sangre que se parezca, nada de
ADN en común, nada de herencia genética compartida, nada de nada;
si ustedes les encuentran algún rasgo físico parecido es por
aquello de que con el roce todos acaban pareciéndose. Eso pasa hasta
en las mejores familias, yo he conocido un montón de parejas de
novios eternos que parecían totalmente hermanos, por no hablar de
todos aquellos que tienen los mismos rasgos faciales que su perro.
O sea, que las familias
reales (no me refiero a verdaderas sino a monárquicas), entre
parentescos de primos, se acogen al lema “cuanto más primo más me
arrimo”, y no les importa casarse entre ellos y procrear hijos
tontitos, y ahora, Debra Morgan, la lieutenant, se anda con estos
escrúpulos...
Pero hija..., si lo que te
pasa es que estás confusa..., ¿todavía no te has dado cuenta de
que lo tuyo solo es amor fraternal desinteresado, de ese que te
inculcaron desde pequeña, desde que entró Dexter en tu casa y lo
colocaron delante de ti para siempre haciendo que todo girara
alrededor suyo? ¿No te has dado cuenta de que la psicóloga, como
buena psicóloga, lo que quería era confundirte para...?, bueno, ya
se sabe para qué, para no quedarse sin trabajo.
Y volviendo a las pesquisas
de Lagarta, ella, que es tan cuca y se da cuenta de las limitaciones
de su lieutenant, ha tenido que buscar ayudas en otro lado. Ay Debra,
qué poquita cosa eres a pesar de lo heroína, osada y lanzada, pero
no piensas... Resulta que inhumas un cadáver y aparece en los puros
huesos y tú te ahogas en un vaso de agua, ¿y qué querías, hija?,
¿acaso pensabas que se iba a estar alimentando de raíces y de
gusanos?, pero si estaba muerto, y los muertos no comen.
Ahora te encuentras frente a
un esqueleto y ya no sabes qué hacer, ya no puedes comprobar si lo
envenenaron en vida o murió de un infarto...¡Pues llama al
Jeffersonian...! es que no tienes recursos, ¡a Huesos, hija, que
para eso está!.
Pero Lagarta sí que sabía
a quien acudir... Bueno, ya sabemos que a ella le gustan más latinos
y morenazos, pero si se presenta la ocasión tampoco le va a hacer
ascos a un pelirrojo. Así que, ni corta ni perezosa, se ha hecho la
encontradiza con Horatio, el de CSI, por supuesto, que ella sabe
dónde buscar.
Total, ¡la tragedia ha
hecho su aparición!. Dexter, por fin, está detenido y acusado en
toda regla de ser un asesino en serie. ¡Qué desgracia, Dios mío!,
la de bocas que se van a quedar sin alimentar, la de corazones rotos
que van a sufrir, la de criminales sueltos que se van a quedar en la
calle haciendo de las suyas, la de asesinos impunes...
El primero que sufre un
shock, yo diría que anafiláctico (no porque venga al caso sino
porque me parece que suena bien), es el bueno de Ángel Batista...
Ahora que había encontrado su verdadera vocación, ahora que se
sentía en su salsa, nunca mejor dicho, como flamante propietario de
un restaurante familiar que comenzaba a ir viento en popa, el pobre
ha cogido una depresión de esas que son para toda la vida.
Y claro, en consecuencia
lógica, el restaurante ha comenzado a irse a pique..., ya nadie es
capaz de regentarlo como Dios manda. Las lechugas de la ensalada,
marrones, las patatas carbonizadas, la carne hecha chicle, el pescado
como recién pescado (de nuevo valga la redundancia), pero no en el
mar sino en algún contenedor de basura... Y los empleados..., unos
que no se hablan, se comunican tirándose de los pelos, otros que lo
hacen a gritos, y los que quedan, con la cara llena de tiritas y
algún que otro brazo en cabestrillo.
Pero, menos mal que existe
Lagarta, que, sin que se le mueva un solo pelo, es capaz de encontrar
solución para todo. Ni corta ni perezosa, y a pesar de que se está
tirando a Horatio, ha contactado con el chef Ramsay... Bueno, un
problema menos.
Como no podía ser de otra
manera y como buen compañero de equipo, como un fiel Massa es de
Alonso, o un harto Webber lo es de Vettel, el oriental Masuka, el
calvito, también está sufriendo lo indecible. Pero ¿cómo no ha
sido capaz de darse cuenta antes...? hubiera podido ayudar a Dexter,
pero es que no se había dado cuenta de nada, lo último que hubiera
pensado de su compañero es que era un asesino en serie, vamos, que
jamás hubiera apostado por ello aunque él mismo lo hubiera visto
cometer uno de sus crímenes. Por el momento, a lo que yo sé, está
planteándose hacerse el harakiri; total, un poco más de sangre...
Ah, pero no, es un personaje tan simpático..., no puede acabar así,
¡que alguien lo salve!
Por supuesto, ¿qué es eso
de quitarse la vida? Aún le queda mucho por hacer, debe ser útil a
la sociedad, hacer de tripas corazón y sacar el valiente macho que
lleva dentro, y para eso ha venido a rescatarlo el mismísimo Chuck
Norris, el sin par Texas Ranger, el Walker Texas Ranger auténtico,
que no duda en iniciarlo en la disciplina de las ancestrales artes
marciales orientales, enseñarle sus mejores llaves de defensa
personal y convertirlo en un verdadero guerrero ninja.
Al que se le va a caer el
pelo es a Quinn. Si en el fondo no es mal tío, pero, joder, ¡es que
mete tanto la pata! Hombre, lo suyo no es tan grave como lo de
Dexter, pero un buen paquete sí le va a caer y una patá en el culo
que lo sacará despedido de Miami Metro a buen seguro. Pero lo de
Dexter, naaa, eso a él ni le inmuta, yo hasta pienso que se alegra,
ya saben todos que Dexter no era santo de su devoción.
En cambio, la pobre Debra es
la que ya no levantará cabeza el resto de su vida... No, la
lieutenant Debra Morgan, hija de Harry Morgan, hermana adoptiva de
Dexter Morgan, tiíta de Harrison Morgan, irá a parar con sus huesos
(los suyos, no los del cadáver que inhumó) al sanatorio
psiquiátrico de Shutter Island, de donde ya no saldrá jamás.
Pero ¿qué va a ser de los
pobrecitos Harrison, Cody y Astor? tan desamparados que quedan ahora
que sus abuelitos están enfermos y muy mayores y no tienen fuerzas
para ocuparse de ellos.
¿Se convertirá Astor en
una drogadicta? o/y, lo que es peor, ¿en una prostituta? Y Cody, tan
buen niño que parecía ¿qué será de él? ¿se dedicará a asaltar
bancos o más bien fundará uno para asaltar a los contribuyentes? Y
qué decir de Harrison..., seguro que lleva los genes de la
psicopatía.
Pero ahí está Lagarta, que
ha pensado en todo; como estos niños están acostumbrados a viajar y
a ir de un lado a otro, van a parar a Asistencia Legal de Pittsburgh,
una pequeña ciudad del condado de Allegheny, allá por el estado de
Pensilvania. No, Transilvania no, Pensilvania, bastante lejos de su
casa pero nada que ver con la del conde Drácula; pero en lo de la
Asistencia Legal hay gente muy maja, seguro que allí les solucionan
sus vidas.
Astor, que es ya más que
adolescente y pinta curvas y ademanes de mujer y ya no es capaz de
soltar el porro ni para dormir, ¿logrará seducir al bueno de Nick y
lo hará perder la condicional por introducirle de lleno en el
sórdido mundo de la droga? o, por el contrario, ¿la chica caerá en
el regazo de Burton, el anciano padre Fallin que, ante la frustración
de no haber procreado una hija, se empeñará en adoptarla?
Cody..., pobrecito..., como
es tan mono, seguro que Laurie Solt se lo lleva a participar en un
desfile de modelos infantiles de esos que le gustan tanto y donde las
criaturitas tienen tantas posibilidades de ser acogidos por familias
estupendas.
Lo malo es que Harrison ya
lleva incipiente la semilla del parricidio (marricidio diría yo más
bien en este caso) y tiene sed de sangre maternal... ¡Pobre Lulú!
Estaba cantado que su instinto maternal exacerbado no la conduciría
a nada bueno, sin remedio caerá en las garras del pequeño y temible
Harrison.
Sí, me cuentan que ya ha
salido hacia el aeropuerto de Pittsburgh, en su avión particular,
desde su cuartel general en Quantico, estado de Virginia, el equipo
de Unidad de Análisis de Conducta del FBI... ¡Pobre Harrison! Ya no
tiene escapatoria, con lo pequeño que es aún... Estoy segura de
que, el implacable fiscal Benjamin Stone, pondrá a todo el pueblo
contra este pequeñín y se empeñará en juzgarlo como si fuera un
adulto y, por mucho que se oponga la abogada defensora, Shambala
Green, se las arreglará para lavar el cerebro de todos y cada uno de
los miembros del jurado y, sin remedio, lo declararán CULPABLE.
Brrrrrrr, me dan escalofríos cuando pienso en esa palabra...
Pero es que..., ¡madre
mía!, estoy viendo las fotos que tienen clavadas en el panel del
cuartel de Quantico y ¡qué horror!, ¡qué carnicería!, supera con
creces a las de papá Dexter. Porque lo dicen su ADN y una muela que
le ha quedado intacta, si no, es imposible reconocer a Lulú. Tanto
que prometía esa chica, tan trabajadora, tan emprendedora, tan
responsable ella...¡Pobre Lulú!
Pero este horrendo crimen ha
provocado daños colaterales, Penélope García no ha podido resistir
la visión de tal horror, que supera en mucho la que ve a diario
cuando ella misma se pone ante el espejo una vez se ha colgado todos
los adornos del árbol navideño. Si no fuera por su incondicional
Dereck Morgan... (no, no me he equivocado, éste es Dereck, no
Dexter, y, al menos, que yo sepa, no son familia, ni siquiera de su
hermana o hermanastra, éste no creo que se termine pareciendo a
ellos ni con el roce); bueno, como decía, este buen chico hace lo
inimaginable por subirle la autoestima a Pe, no la Cruz sino la
García (la “preciosa”), que aunque ésta es más norteamericana
auténtica, tiene un apellido más español que la otra, y si por
Dereck fuera, se metería en su cama solo por subirle la moral a la
chica.
Pero la pobre no ha podido
sobrellevar la visión del macabro ensañamiento cometido por el
pequeño Harrison en la persona de Louise Archer, Lulú para los
amigos, y se ha tirado 20 horas seguidas vomitando, cabeza dentro de
su WC, por lo que ha perdido otros tantos kilos, a kilo por hora
vomitada, total, ahora se encuentra en un estado crítico a mitad de
camino entre la anorexia y la bulimia. Pero no se preocupen, ella,
ante todo es una gafapasta como Dios manda, una friky de la
informática (lástima que mataran en su día a Louis Greene, el
novio de Jamie Batista, la hermana de Ángel y canguro de Harrison,
habrían hecho muy buena pareja, ¿no creen?) y ella no va a dejar
tirados a los de su equipo, faltaría más, a eficiente no hay quien
la gane.
Por fin ha llegado el
momento, Dexter se enfrenta, ante la estupefacción de todos los que
le quieren y hasta de los que le odian, a la temible silla ecléctica.
A no..., me dicen que es eléctrica..., es que yo creía que se
llamaba ecléctica porque no tiene un estilo definido.
Solo un milagro..., una
ayuda bajada del cielo, será capaz de conseguir librar a nuestro
asesino en serie más querido de la silla ecl, digo, eléctrica.
Dicho y hecho. De repente,
los allí reunidos, con estupor ante el sonido chirriante que
produce, ven descender del mismísimo cielo un artilugio azul, de ese
azul profundo del atardecer mediterráneo, también llamado azul
Klein, en forma de cabina telefónica de policía británica.
¡Todo solucionado...! por
fin Dexter Morgan dejará este mundo terrenal en el que ha sido un
incomprendido para dedicarse a surcar espacios celestiales y poder
matar a gusto, a diestra y siniestra, a todo tipo de seres nacidos en
cualquier galaxia y en cualquier época, ya sea del pasado, del
presente o del futuro, desde los malvados daleks, a los que, sin
duda,
ex ter mi na rá, hasta los peligrosos ángeles
llorones, pasando por los hieráticos cybermen o los escurridizos
silents... y quién sabe si no será capaz también de cargarse a la
paradójica River Song, o Melody Pond, como prefieran, porque no nos
olvidemos de que ella, también, es una asesina.
-”Ai am de doctae, and
yu?”
-”Ai am Morgan, Dexter
Morgan y trabajo para Miami Metro. Doctae ju?”
Epílogo
“Alex Drake”
Dicen
que Dexter
dex ter mi nó a unos cuantos dalecks y que se
cargó a 37 silents (lo sé porque son 37 las marcas que en la
actualidad lleva en su antebrazo izquierdo) en algunos de sus viajes
intergalácticos acompañando al Doctor en su Tardis.
Ahora les ha
llegado el momento de tomarse unas pequeñas vacaciones y el Doctor
ha decidido darse un paseíto por un pasado no muy lejano de
Londres, concretamente por el Londres de los 80s del añorado siglo XX.
Como la
Tardis tiene ese mecanismo tan inteligente y se encuentra en un
estado tan óptimo que siempre atina el lugar y el minuto exacto
donde aterrizar, en esta ocasión lo hace justo en medio de un
tiroteo. Dexter y el Doctor corren a guarecerse entre los árboles de
Hyde Park mientras ven salir de un Audi Quattro, con actitud
chulesca, altanera y amenazadora, a un hombre ataviado con un abrigo
color camel, corbata desañilada, guantes negros y botines en punta,
que le dedica unas frases de contenido machista y estilo irónico a
una mujer joven de aspecto frágil pero resuelta, de vivarachos ojos
expectantes, que esconden un halo de profunda nostalgia. La chica, de
pelo castaño oscuro alborotado, vestida con unos pitillos negros,
una cazadora blanca como la nieve puesta sobre una camisa roja y un
par de salones rojos de tacón afilado, intenta escapar del fuego
cruzado procurando pasar desapercibida, sin conseguirlo, claro.
Dexter
y el Doctor se apresuran a salvarla aun a riesgo de sus propias
vidas, pero ella, que es agente de policía y una gran profesional,
en lugar de dejarse salvar, va y los detiene a ambos mientras el
otro, el malasombra, se apaña como puede con los cacos.
Una vez
todos en la comisaría comienzan las discusiones, los dimes y
diretes, las malas caras, los “yo te dije” o los “tenías que”,
las insinuaciones de tono machista fuera de lugar, la chica policía
morena del uniforme azul marino que sale en defensa de la de la chupa
blanca, su novio, el rubio guaperas del tupé pero que no vale un
pijo, que se une al bando machista, el de las entradas y pelo rizado, que nunca está
conforme con nada y siempre que abre la boca mete la pata, y el jefe,
el del abrigo camel y los botines horteras, que pretende calmar el
gallinero pronunciando un taco dos tonos más altos de lo normal y
dando a su vez un golpe en la mesa, y lo consigue, vaya si lo
consigue, y es que el hombre tiene un aspecto que hace temblar,
aunque luego resulta que no es nadie, que tiene un corazón de los
blandos y pierde los calzoncillos y hasta las babas por la del pelo
alborotado y la cazadora blanca.
Dexter
y el Doctor no tardan mucho en darse cuenta de que la chica no
pertenece a esa época y la intentan convencer para sacarla de allí
y llevarla en la Tardis al lugar que le corresponde. Pero las cosas
no son tan fáciles... Mientras el jefe toma su café y reparte
órdenes, Alex, la joven en cuestión, que escenifica un
interrogatorio con los dos presos, lo que hace en realidad es
intercambiar sus experiencias de vida con las de ellos. Casualmente
ella, al igual que Dexter, no puede regresar a su lugar y momento
actual porque, como él, está sentenciada a muerte. No, no es que a
ella la hayan condenado también a la silla ec eléctrica, es que, en
su vida real está en coma debido a un balazo que recibió en la
cabeza, debatiéndose entre la vida y la muerte, de manera que su
única escapatoria es la de vivir en el pasado, pues, si regresara al
presente, podría morir en un futuro.
Pero lo
cierto es que hace ya tiempo que en la Tardis no viaja ninguna fémina
y el Doctor ya está un poco cansado de compartir aventuras con un
psicópata que siempre está sediento de sangre, de manera que, entre
ambos, convencen a la chica para que los acompañe durante una
temporadita. Así que, en un despiste del jefe Hunt, Alex Drake se
enrola en la Tardis para vivir muchas más aventuras de las que allí
metida, en un cuchitril de comisaría de barrio londinense a
principios de los 80, le serían permitidas. Y es que ella, tan
voluntariosa como resignada, tan comprensiva como intransigente, tan
apasionada como nostálgica, se merece eso y mucho más.
Así,
durante el recibimiento, cuando el Doctor le hace los honores y le
explica el funcionamiento de la Tardis mientras ella mira, remira y
admira el extraordinario espacio interior de la misma, es el momento
oportuno de que Dexter tenga uno de esos bis a bis con su difunto
padre, en el que intercambia con él sus pensamientos más profundos,
sus insalvables dudas, los ocultos deseos de su oscuro pasajero,
mientras el fallecido le da unos cuantos consejos gratuitos.
-¿Por
qué su hermana no será como Alex Drake...? tan femenina y a la vez
tan valiente y resuelta, tan audaz que es capaz de llevarse de calle
a todos sus compañeros de la comisaría incluido el jefe, con esos
ojos tan pícaros y su aire ochentero, que con tanto orgullo lleva.
Es que su hermana, vale que sea valiente, pero no tiene nada de mano
izquierda, ni siquiera es femenina y sin embargo, tan enamoradiza,
que siempre acaba víctima de quien menos la merece. Pero Alex..., se
las sabe todas para manejar tanto a policías como a delincuentes;
eso, claro, cuando no le dan esos delirantes chungos que la sacan de
su estado cuerdo y la transportan a mundos paralelos sin necesidad de
Tardis; pero, cuando está bien, ¡hay que ver lo bien que está!
Claro
que su hermana hace bien en vestir discreta y de oscuro, no es
cuestión de ir de blanco por la vida con la de maleantes que hay en
Miami. ¿Será que a los británicos les importa más su atuendo que
su vida? Porque, mira al Doctor, no se quita la pajarita de su
garganta ni para dormir.
-Dexter,
vuelve al mundo consciente, que emprendemos de nuevo la marcha y esta
vez llevamos una compañera como así lo indican las buenas
costumbres tarderianas.
…...............................................................................................................................................
Spin-0ff
“La mano”
Quería
contarles algo en lo que quizás ustedes no habían recapacitado en
su momento... Recordarán, supongo, aquella famosa mano que circulaba
de mano en mano (lo mío son las redundancias, disculpen de nuevo)
desde la comisaría de Miami Metro hasta una web de ventas por
Internet, donde un caprichoso Louis Greene adquiere para hacerla
formar parte de su colección de frikadas, y que luego termina
enviando, envuelta como regalo sorpresa, a casa del mismísimo
Dexter, la cual era una prueba importante en la investigación del
asesino del hielo. Sí, la mano de las uñas pintadas en diferentes
colores..., como las solía llevar Laura Moser... ¿Ya caen? Pues
bien, resulta que entre tanto lío, entre tanto ir y venir de unos y
otros, entre tanto viajecito de la Tardis, corriendo peligro de
tropezarse con alguna grieta de esas de las que, si la atraviesas,
vaya usted a saber dónde apareces, desde un universo paralelo,
pasando por un túnel del tiempo, hasta caer en la nada más absoluta
o en el cuarto de baño del vecino del segundo, aunque la casa donde
vives no haya tenido nunca más de un solo piso. En fin, ya saben,
que por una de esas grietas se podría desaparecer para siempre...
Bien,
cuando Lagarta reinició su investigación sobre el carnicero de la
Bahía sospechando de Dexter, esa mano volvió a adquirir una gran
relevancia. Lagarta logró encontrarla y pidió a Horatio que la
analizaran en sus laboratorios del C.S.I., comprobando que, en
efecto, se trataba de la misma mano que habían recabado como prueba
en el caso del asesino del hielo, cuya desaparición de entre los
archivos policiales a Lagarta le hizo enderezar sus antenas y fijar
su atención en tal suceso, lo cual le sirvió para afianzar sus
sospechas sobre Dexter, ya que había averiguado que ambos, Dexter
Morgan y Brian Moser (Ruddy), el asesino del hielo, eran hermanos,
hijos de la confidente de Harry, Laura Moser, y que los dos habían
sido testigos presenciales del brutal asesinato de su madre.
Avancemos
un poco en el tiempo. Dexter ha logrado escapar de la silla ecl,
perdón, eléctrica y sabemos que su inseparable compañero de
análisis de sangre, el simpático y tontorrón Masuka, ha pillado
una depresión de padre y muy señor mío; es en ese momento cuando
está planteándose lo del harakiri, recordando los buenos momentos,
recordando lo misterioso y callado que era a veces, bueno, siempre,
Dexter, recordando también los deliciosos donuts que les solía
llevar por las mañanas al departamento, recordando tantas y tantas
vivencias..., sus propias bromas, que a nadie de allí hacían
gracia, sobre sexo y tías buenas... Pensando en tías buenas...,
¡aquella becaria que estaba tan buena!, ¡fue ella quien robó la
mano! Y... esa mano..., misteriosamente había vuelto a su
laboratorio.
El
calvito no hacía más que darle vueltas a su cabeza con todos esos
datos combinados con su idea de quitarse la vida (antes de que Walker
llegara para redimirlo, claro), así que, de repente, ante la
aparición de la Tardis, se le encendió una lucecita, si Dexter iba
a ser un prófugo de la justicia viajando “hasta el infinito y más
allá”, debería desaparecer con él esa prueba que, sin duda, lo
inculpaba tanto como al del hielo, por si acaso algún día tuviera
Dexter que volver a enfrentarse a los tribunales de justicia; y, ni
corto ni perezoso, introdujo la mano en la Tardis.
Aquí
es donde da comienzo una de las mayores confusiones en la historia de
los culebrones, en la que interviene directamente el enamoradizo
capitán Jack Harkness, ¿le recuerdan?, el inmortal y omnisexual
director de Torchwood. Jack, en uno de sus encuentros con el Doctor,
cuando ya éste es acompañado por Dexter, curioseando por ahí,
descubre la existencia de la famosa mano del asesino del hielo; pero
él, que no conoce esa historia para nada, cree que se trata de una
mutación de la otra famosa mano, la del Doctor, que suele llevar con
él en la Tardis cuando no es que la tiene el propio Harkness en su
cuartel de Torchwood, allá por Cardif, UK. Lo primero que llama la
atención de Jack es el colorido de las uñas, sí, le sorprende muy
gratamente y piensa cómo no se le ocurrió a él antes hacerse tan
estupenda manicura, pero recapacita y es entonces cuando comienzan
sus auténticos desvaríos al sospechar que se trata de una mutación
de la mano del décimo Doctor. En fin, sea cual fuere el origen de
esa mano, debía ser estudiada de inmediato por la agencia Torchwood,
así que, sin pensarlo dos veces, la sustrae de la Tardis sin que
nadie se aperciba de ello.
Una vez
en Torchwood la cosa se complica. A estos valientes agentes, tan
acostumbrados a devolver la vida a cuanto moribundo se les ponga por
delante y a reparar cualquier parte o miembro de todo cuerpo, humano
o no, se les presenta un caso en el que a una alienígena le es
amputada una mano accidentalmente. Sin pérdida de tiempo, con su
eficacia acostumbrada, la sacrificada y generosa agente Wen Cooper,
traslada sin dilación el cuerpo de la alienígena hasta el
laboratorio de Torchwood donde Owen y Toshiko (no, éstos no han
resucitado, simplemente es que, por mor de los viajes en el tiempo,
todavía no han muerto), como decía, Owen y Toshiko comienzan la
cirugía de implante de mano. Bueno, hay un pequeño detalle que he
obviado, pero no tiene demasiada importancia, la mano que la
alienígena ha perdido es la derecha, mientras que la del asesino del
hielo es la izquierda (¿o viceversa?), pero ustedes convendrán conmigo en que eso es
una menudencia que no ha de afectar a la funcionalidad de los
miembros superiores de la alienígena.
Pero no
sabía ella que el mayor de sus males no era que le fuera sustituida
su mano derecha por una izquierda, no, lo que menos sospechaba es que
al despertar de la anestesia se encontraría junto a una enorme vaca
lechera que le pasea su hermosa lengua por el rostro.
A estas
alturas en que ustedes ya están familiarizados con traslados en el
tiempo, apariciones y desapariciones y grietas espacio-temporales, no
les sorprenderá que les cuente que la pobre alienígena, durante su
operación de mano, es absorbida por una de esas grietas, de manera
que, cuando la lengua de la vaca, con su cosquilleo y sus húmedas
caricias la hacen despertar, es sorprendida por una voz masculina que
le pide perdón por su repentina ausencia ya que ha debido ir a
vaciar su vejiga con extrema urgencia después de una inesperada
erección, producida no por la visión de su cuerpo desnudo (el de la
alienígena) sino por el mal funcionamiento de su próstata (la de
él). La alienígena, con cara de empanamiento, piensa “¿y a mí
qué?”. En esto, una dulce voz femenina intenta contemporizar (si
es que tal cosa es posible en estos escenarios) y dirigiéndose al de
la erección, le espeta: “pero Walter, no la aturulles, ¿no ves
que está despertando de la anestesia?”.
Pero,
cuando llega Olivia, se toma un disgustazo fenomenal y, hecha una
energúmena contra Walter, al que ya no sabe cómo coño controlar,
le ordena que a la alienígena de la mano de las uñas de colores hay
que devolverla de inmediato a su lugar de origen, que él no es quién
para haberla traído sin su consentimiento a su laboratorio, que este
desmán podría provocar una guerra entre Torchwood y Fringe; que se
las apañe como pueda pero la alienígena deberá estar fuera de allí
antes del mediodía.
“Más sorpresas y
encuentros inesperados”
Parece
que a Alex Drake le está sentando bien ese viajecito que ha
emprendido en compañía del Doctor y de Dexter. Alex se ha
convertido en el ojito derecho de ambos, que la tratan como a una
reina y compiten por otorgarle sus favores, y, después de todo, con
lo buena chica que es, vamos, que no ha matado a nadie, al menos con
alevosía, nada tiene que temer de Dexter.
Entusiasmada
en medio de esos periplos por el ancho espacio universal, ya casi
olvidada de sus compañeros y compañera, de su malhumorado jefe Hunt
y yo diría que hasta de su propia hija, un buen día se tropiezan
con un extravagante ser intergaláctico a quien llaman “the Master”
y, como respuesta a un leve cosquilleo en su memoria, comienzan de
nuevo a sobrevenirle esa especie de visiones alucinatorias o
recuerdos imprecisos que la sacan de sí y la trastornan tanto.
Ese
rostro..., le resulta tan familiar. Evidentemente no tenía por qué
conocer a aquel histriónico personaje de malévola apariencia y
peores intenciones que hostiga sin tregua al Doctor, pero su cara...,
apostaría lo que fuera a que ya lo conocía de antes.
De
repente, durante el sueño de una tranquila noche de un verano
cualquiera, Alex se despierta sudorosa y sobresaltada... Ahora sí
estaba segura, ¡segurísima!, en sueños había vuelto a ver el
rostro de aquel hombre y ya no tenía ninguna duda, se trataba de Sam
Tyler, el desaparecido Sam Tyler, que tantos quebraderos de cabeza le
ha provocado a ella, el de la vida en Marte, que, por lo visto,
cansado de tanto hombrecito verde, había decidido salir de las
fronteras marcianas y se había convertido en un auténtico Time Lord
y, dominado por una ambición desmedida, se había erigido en el
todopoderoso “the Master”.
Estaba
Alex Drake tratando de poner en orden sus pensamientos y recuerdos
cuando, en una especie de antiguo gramófono perteneciente al Doctor,
comienza a sonar la famosa canción de Bowie, Life on Mars:
“Es un pequeño asunto de Dios
a la chica con el pelo de ratón,
pero su mamá está gritando NO
y su papá le ha dicho que vaya,
pero a su amigo no lo encuentra en ningún lado,
ahora ella atraviesa su sueño
hundida en el asiento con la vista más clara
y está conectada a la pantalla plateada.
Pero la película es triste y aburrida
porque ella la ha vivido diez veces o más.
Ella podría escupir en los ojos de los tontos
mientras le piden que enfoque
Navegantes
peleando en la pista de baile
Oh,
hombre!! mira aquellos cavernícolas danzando,
es
el show más extrafalario.
Mira
al abogado
pegándole
al chico equivocado
Oh,
hombre!! te preguntas si él sabrá
que
está en el mejor show publicitario
¿Hay
vida en Marte?
Estás frente a la torturada América,
aquel ratón Mickey ha crecido y es una vaca.
Ahora los obreros han dado un golpe por la fama
porque Lennon está en venta de nuevo.
Mira los ratones en millones de hordas,
desde Ibiza hasta Nortbolk Broads.
La Gran Bretaña no tiene límites
para mi madre, mi perro y los payasos.
Pero la película es triste y aburrida
porque la escribí diez veces o más.
Está a punto de ser escrita de nuevo
mientras te pido que enfoques
Navegantes
peleando en la pista de baile...
...¿Hay
vida en Marte?”