(Contiene
spoilers para aquellos que no hayan visto las
temporadas correspondientes al Undécimo Doctor)
“Su futuro es mi
pasado”
Son
palabras de River Song dirigidas a Rory acerca del Doctor.
Pero es
que, esta serie de ciencia ficción, fantástica y, si me apuras,
infantil, es una auténtica tragedia al más puro estilo griego, o
romano, porque el pobre Rory se pasa dosmil años de su larga vida en
espera vestido de centurión romano.
Y es
que, a veces, cuando intento centrarme y racionalizar sobre lo que
pasa, uno tras otro, en los capítulos de Doctor Who, llega un
momento en que mi cabeza se bloquea, se queda pillada y no es capaz
de continuar aclarándose con la diversidad de datos que nos aporta
la serie y que, para poder comprenderlos hace falta tener una mente
abierta, una imaginación desbordante y unas ganas de fantasear mucho
más allá de los límites conocidos por nuestra física y, todo eso
y mucho más es necesario para poder seguir sin pestañear capítulo
tras capítulos todas las seasons de Doctor Who. Es por eso
que, cuando la mente ya no es capaz de elaborar un pensamiento
racional, la imaginación pasa a
ocupar su lugar y se encarga de llevarnos volando por inimaginables
mundos de fantasía que nos hagan vivir ese tipo de emociones que nos
son negadas en nuestra aburrida vida diaria.
Pero,
como decía, lo que realmente deduzco de esta singular serie, por
muchas aventuras fantásticas que nuestros queridos protagonistas
puedan vivir, es que la vida de sus personajes está sumida en una
verdadera tragedia y si lo pienso hasta me entran ganas de llorar.
-En
primer lugar, en la vida tal y como nos la presenta Doctor Who, la
humanidad entera está amenazada por unos seres malvados que nos
hacen olvidarlo todo y que, una vez hayamos visto a alguno de ellos,
al momento siguiente ya no lo recordamos. Supuestamente la humanidad
está dominada por ellos desde el principio de la especie, lo que
ocurre es que no nos acordamos hasta que, por suerte, ha llegado The
Doctor a nuestro territorio y, mediante su privilegiada inteligencia
alienígena, ha ideado la manera de que los humanos nos hagamos
conscientes de que estamos dominados por horripilantes seres de los
que nos olvidamos al momento siguiente de haberlos visto. Y es que
creo que ese es un defecto muy humano, el olvidarnos de los peligros
que nos acechan por mucho que ya tengamos experiencia de ello, pero
no escarmentamos.
El
Doctor consigue, mediante sus excéntricas triquiñuelas, colarse en
el Apolo XI antes de su salida e introducir en la nave imágenes de
estos abyectos seres, los silents, que
podrán ser vistos por millones de personas en todo el mundo cuando
las televisiones retransmitan la llegada a la Luna del hombre por vez
primera allá por el año 1969. Una de las ventajas de viajar en el
tiempo...
En
definitiva, la humanidad que pinta esta magnífica serie, toda ella
sufre ese mal que venía padeciendo el guapo protagonista de Memento
¿os acordáis de él?
-Otra
circunstancia, trágica a mi modo de ver, es la de que una madre
pierda a su criatura nada más nacer, que se la arrebaten y no vuelva
a saber de ella hasta que un buen día se entere de que aquella
bebita que le robaron los malos, aquella niña que parió con el
sudor de su frente, era ni más ni menos que la mismísima compañera
de algunos de los viajes en la Tardis, aquella mujer impertinente,
burlona, descarada, osada y asesina amante del Doctor, sí, la que
por un lado lo mata y por otro lo salva por amor, la que consigue
casarse con él y convertir a sus progenitores, la joven pareja
formada por los Pond, Amy y Rory, en suegros del Doctor, la
paradójica sabelotodo River Song, también conocida, por el arte y
la magia de Doctor Who, como
Melody Pond.
Y
no creáis que estas cosas suceden solo en la fantasía o ¿acaso
no existen hijos que por su mentalidad envejecida traten a sus
progenitores como si fueran su prole o padres cuya mentalidad
inmadura no haga que traten a sus retoños como los ancianos de la
tribu?
-Y
no menos trágica me parece la idea de que los miembros de una pareja
vivan unas vidas cruzadas, de manera que, como decía aquella canción
de Chenoa:
Cuando tu vas, yo vengo de allí
cuando yo voy, tu todavía estás aquí
crees que me puedes confundir
y de qué vas, mirándome atrás
¡Ay qué descaro!, ahora me gustas más
Y es que no me fío porque sé que tu me engañarás
Esa
es prácticamente la historia de las vidas del Doctor y de River
Song. Una tragedia, por supuesto, si tenemos en cuenta que cuando él
la conoce a ella es pocos minutos antes de la muerte de River, pero
aún no ha vivido esa romántica historia de amor y muerte que ella
sí ha vivido con el Doctor, y en la que ha llegado a ser su amante,
su esposa y su asesina.
¿Qué
decir de esos desencuentros que existen en toda pareja, de esos
desfases espacio-temporales, de esos desacuerdos y sensaciones de que
cuando tú vas el otro vuelve y viceversa, de que cuando yo te quiero
tú me odias y cuando yo te odio tú me quieres?
Todo este enredo está magníficamente contado entre el final de la última temporada del Décimo Doctor y las correspondientes a las aventuras y desventuras del Undécimo, componiendo la base de una trama fantástica que nos hace soñar a los adictos a Doctor Who con mundos paralelos, viajes en el tiempo, grietas espacio-temporales y aventuras irreales que nos saquen de la tediosa rutina diaria de un país que cae en picado.
Igual que el tan esperado Séptimo de caballería, con sus uniformes azules, al final siempre llegaba a tiempo en las pelis de Rin tin tín y lograba salvar a los buenos y dar su merecido a los malos, quién sabe si un día de estos no aparecerá en medio de la nada una cabina de teléfono azul de la que saldrá un extraño ser que viene a salvarnos, porque intuyo que, por muy trágica que sea la vida de los personajes de Doctor Who, no hay tragedia mayor que la nuestra.
V.
E.
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