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Este blog es de carácter lúdico, solo pretende servir de entretenimiento, de expansión, de asueto. Está creado para compartir opiniones, sugerencias, juegos y elucubraciones con aquellas personas cuya afición a las series televisivas conforma en sus vidas un mundo aparte de evasión y fantasía sin necesidad de acudir a cierto tipo de drogas que podrían ser perjudiciales para la salud. Pero, ¡ojo!, ¿quién ha dicho que esta adicción no lo sea...?

El Doctor y Amelia en un bucle

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domingo, 10 de marzo de 2013

Walker Texas Ranger




-El bueno, el feo y el pelirrojo, todo en uno-


¿Quién me iba a decir a mí que, de entre mis enganches, terminaría adicta a Walker Texas Ranger? Aunque, no temáis, todavía controlo y me sé racionar. Lo malo es que un día me den la dosis adulterada y no viva para contarlo.

Y es que, entre otras cosas, me vuelve loca el color del pelo y la barba de Cordell, nombre curioso donde los haya, aunque he de reconocer que nunca me enamoraría de un hombre como Walker, y eso que yo soy muy enamoradiza.

Si el otro día os hablaba de un personaje cuyo intérprete lo pone al servicio de la problemática tratada en la serie y nunca en aras del lucimiento propio (recordad a Ben Stone), hoy el caso es, para mí, todo lo contrario; la serie Walker Texas Ranger está basada, pensada y realizada en torno a ese personaje, como su título además bien corrobora, y toda la trama de cada capítulo gira alrededor de dicho personaje. Pero no solo eso sino que Chuck Norris, el “actor” que lo encarna, básicamente hace de sí mismo.

Veamos, Chuck Norris es principalmente un campeón de kárate, es un artista de las artes marciales, es un personaje en sí mismo que reproduce una y otra vez en el cine o la televisión dando vida a pseudopersonajes basados en él mismo. Los personajes que interpreta están creados exclusivamente para él, para su lucimiento. Existe una estrecha identificación entre Chuck Norris y sus personajes, en este caso, Walker, pero no porque sea un gran actor -me temo que más bien todo lo contrario- sino porque se interpreta a sí mismo, lo cual me parece que el único esfuerzo que requiere, aliviado por los trucos y las técnicas de cine, como pueden ser los efectos especiales, son sus puñetazos o sus veloces patadas mágicas giratorias al estilo manga japonés, cuyos efectos no hay quien se los crea, y menos con la edad de Norris; pero el cine es el cine, la ficción es la ficción y el súper héroe es el súper héroe.


En cuanto a la interpretación propiamente dicha, Chuck Norris deja mucho que desear. Tengo la impresión de que se ha aprendido cuatro gestos, que distribuye de manera aleatoria a lo largo de la trama de todos los episodios de la serie y que prácticamente no dicen nada, el espectador ya se encarga de hacer el esfuerzo de ponerse en su lugar y adivinar lo que Cordell Walker está sintiendo en cada preciso momento. Entre su escaso repertorio tiene un gesto muy característico, con el que me gustaría saber qué expresa, pues no sé si hace referencia a una mirada miópica, un pensamiento de intriga, una amenaza implícita, una intuición de que algo malo va a suceder o es que le sobreviene un ligero apretón después de tres días estreñido. Lo que sí está claro es que, una vez la cámara enfoca de cerca ese entrecejo de Walker, que solo él sabe poner, acompañado de una mirada perdida, como tratando de recordar el guión, a continuación nos toca presenciar una de esas espectaculares peleas con varios contrincantes a la vez, de las que, tras un pintoresco alarde de maniobras y técnicas de lucha cuerpo a cuerpo en la que destrozan todo el mobiliario o el atrezzo a su alrededor, Cordell sale siempre victorioso.



Y es que esta serie es un clásico, de esos de toda la vida en la que los buenos siempre ganan y los malos reciben su merecido. Y no me preguntéis quienes son los buenos, eso está clarísimo, los buenos son siempre los que se ponen o actúan de parte de la ley, a saber, los representantes de la ley y el orden, o las víctimas, muy fáciles de identificar; mientras que los malos no es necesario hacer mucho esfuerzo ni tener dotes detectivescas para descubrirlos, los malos son malos de verdad, no pueden ni quieren ocultarlo, alardean todo el rato de su maldad, disfrutan con ella y odian a muerte a los rangers de Texas, en especial a Walker, ¿por qué será?.

A Walker han intentado matarlo muchas veces, pero nunca nadie lo ha conseguido, lo único que consiguen es estropear las carísimas prendas de vestir a las que su inseparable compañero Trivette es aficionado. El pobre, acompañando día y noche a Walker, no gana ni para sustos ni para ropa. Y qué decir de su enamorada rubia ayudante del fiscal, la letrada Alex Cahill, vive sin vivir en ella, de sobresalto en sobresalto, con el temor continuo de enviudar antes de que el pelirrojo se decida a pedir su mano. 



Los únicos que confían en sus poderes son los “ancianos de la tribu” porque más sabe el diablo por viejo que por sabio. Ellos son su incondicional amigo y veterano ranger CD, el propietario de la familiar tasca que frecuentan, donde pueden comer sus exquisitas y picantonas especialidades, beber y charlar amigablemente mientras se ríen de las tontadas de Trivette, y el viejo indio, el tío Ray, que se encargó de su crianza a la muerte de sus padres y le transmitió la ancestral sabiduría del pueblo indio. Los 5 forman una gran e inseparable familia cuyo centro neurálgico está ocupado por la figura de Walker.


Seguramente el indio es quien hizo la foto


Si he de ser sincera, me gusta el atuendo de Walker que, a pesar de tirarse el día entero revolcándose por el suelo en una pelea tras otra, mantiene siempre impecable, con la camisa bien planchada, abotonada hasta el último botón de arriba, como debe ser, en tonos terrosos o cálidos, bien cumplimentada con su chaqueta tejana o su vistosa gabardina amarilla que luce entreabierta para poder mostrar la gran hebilla de su cinturón, su sombrero tejano, como Dios manda por esas tierras, y, sobre todo, me gusta cuando luce una de esas corbatas de cordón con hebilla metálica que tan de moda se pusieron en los 80's entre músicos y aficionados al rock como aquella maravillosa banda llamada Los Rebeldes.

Walker es feo con ganas pero tiene percha, aunque... menuda percha, no sé cómo decir, es una cosa como híbrida, entre el típico carne de gimnasio y Julián Muñoz, el Cachuli, como él, luciendo pantalón, más que vaquero, sobaquero.



Por lo demás, ya se sabe, lo normal en estos casos, fiel a su juramento de ranger de Texas, fiel a sus principios morales, fiel a sus amigos, defensor del bien y de las víctimas de los malos y todopoderoso vencedor de malvados delincuentes, ah, y enamorado de la fiscal pero como si no lo estuviera.



Pero, creedme, un poquito de esta droga no viene nada mal para sobrellevar una tarde solitaria, os juro que sube la moral de cualquiera porque una se imagina practicando esa patada giratoria y ejerciéndola contra alguien que merezca que descarguemos sobre su persona nuestro rencor y nota cómo su cerebro se va llenando de endorfinas luminosas y de mil colores que invaden nuestras células cerebrales y es una sensación maravillosa. De verdad que ver a Walker actuar con esa envidiable seguridad, con esa sensación de poder con todo, de que nada le afecte, de saber que antes de comenzar la pelea ya la ha ganado, realmente nos levanta ese ánimo hundido, maltrecho y tirado por el suelo que nos había dejado el visionado de los dos capítulos de la serie anterior, Ley y Orden, después de que Ben Stone se empeñara en encerrar en prisión a un niño de 14 años o lograra que condenasen a una mujer que cometió un crimen porque estaba desesperada y no sabía lo que hacía o hundir en el lodo de la desigualdad y el racismo a toda una comunidad negra. Walker Texas Ranger llega a la pantalla de nuestra tele con un espíritu renovado, optimista, resucitado, porque esa tensión que nos crea la trama de sus capítulos, ese derroche de adrenalina que nos produce, al final se convierte en un ineludible éxito, en una auténtica celebración. Cuando una se va a la cama por la noche, en sus sueños se convierte en una auténtica ranger de Texas.



V. E.

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